Por: Jhan Carlos Castro
Después de ese percance vivido ya ni siquiera salgo a
la esquina y las razones son la inseguridad. Asombrosamente no tiene nada que
ver con la delincuencia común, sino con la propia Policía Nacional.
La batalla ya no se libra con el bandido sino con los
civiles armados que quieren fastidiarte la tarde. El nuevo código policial y
sus sanciones tanto pedagógicas como económicas son piedra de tropiezo para el
barranquillero amante de la música y de la sana recreación ¡ya ni música se
puede oír en la terraza de la casa!, para variar, decidí salir a un parque con
un libro y medio paquete de cigarros. Todo estaba tranquilo puesto que trate
de sentarme lejos de los amantes del fitness que corrían y se ejercitaban en el
parque (por aquello del cigarrillo).
Empezó a
oscurecerse y los vecinos aledaños empezaron a llegar al parque, había mucho
ruido y muchos niños. Así que siendo consciente de mi cigarro, me reubiqué.
Estaba tan concentrado en mi libro que no sentí la
moto a mis espaldas, ellos tan astutos llegaron con la moto apagada como si se
tratara de una emboscada a un narcotraficante o el pillo más pillo del sector.
El agente "saludó"a mis espaldas, era un cachaco de voz basta que al
saludar me hizo dar un brinco que ahogó mi concentración mientras desenmarañaba
la estirpe de los Buendia de Gabo.
EL PROCEDIMIENTO.
Todos en el parque veían, mientras el agente con su
voz me explicaba lo nuevo en guarachas para ellos, “el nuevo código policial”.
Me dediqué a escucharlo y a preparar en mi mente la defensa, si en caso tal me
tocaba defenderme. Exigió mis documentos y se los entregué pero al solicitar
una requisa me pareció extraño y le pregunté a qué se debía. Él simplemente
manifestó que era rutina, yo accedí porque la mejor pelea es la que se evita.
Cuando se aseguró de que no tenía nada, preguntó qué
llevaba en un pequeño bolso que traía conmigo. Me lo intentó arrebatar de las
manos y yo no se lo permití, forcejeamos un poco y le dije que si quería ver
que había en el bolso me permitiera vaciarlo en el suelo. Su acompañante dijo
que me calmara, que si no les permitía realizar el procedimiento me llevarían a
la UPJ por escándalo en la vía pública y desacato a un ente de seguridad.
(Típica escena del policía bueno y el malo).
Estas palabras ocasionaron en mí una fusión de rabia y
temor. Ya había escuchado a personas contar historias reveladoras sobre Unidad
de Prevención y Justicia, que el trato era muy malo para los reclusos, que es
un infierno de fuerte olor a orín y de indigentes poseídos por el encierro, que
no se entiende nada de lo que habla y que los policías de guardia son los jefes
que reparten bolillazos a diestra y siniestra.
Presuntamente los patrulleros reciben un sin número de
beneficios al llevar individuos a la UPJ, esto en busca mostrar a los entes de
control resultados positivos porque si no hay reclusos, ¿para que serviría
entonces?.
Yo no quería averiguar si era cierto, ni tampoco
quería convertirme en estadística, ni muchos menos en motivo de permisos de dos
agentes que fastidiaron mi lectura
.
Cuando saqué todo del bolso levantaron la caja de
cigarrillos, la abrieron, la olieron, me miraron (lo cual sentí como
provocación) e inmediatamente la desecharon al suelo. Les pregunté que cuál
era la razón de su falta de respeto y la necesidad de hacerme pasar una
vergüenza como esa, ellos manifestaron que sintieron olor a marihuana y se
bajaron a verificar. Me reí, llegaron con la moto apagada para evitar ser
escuchados por mí, les pregunté que si era extraño ver a una persona tranquila
tratando de educarse mientras fumaba en un parque, respondieron que el parque
es un sitio de libre esparcimiento y recreación. Yo les contesté
explicando que eso hacía, y que, si el cigarrillo era la problema a nadie molestaba
pues estaba muy lejos de la gente, precisamente por eso me había movido para
evitar inconvenientes.
EL TRASLADO
Más que civiles armados son portadores de orden y
seguridad pero me parecía asombroso estar en una situación donde sentía que mi
vida corría peligro, la amenaza de trasladarme a la UPJ no salía de mi cabeza y
a eso se debía mi estrés y poca pero visible exaltación.
Un mal procedimiento es notable desde que el agente
omite el "SEA" (saludar,escuchar,actuar) a mi no me dieron la
posibilidad de expresar mi situación y siempre una amonestación verbal será más
efectividad que un comparendo o traslado a la unidad de prevención y justicia.
Ya llevaba más de 20 minutos ahí parado, alegando y exponiendo mis razones pero
ellos hambrientos del "positivo" llamaron a la "Duster" y
ahí empezó en verdad el calvario.
Tardó aproximadamente 30 minutos en llegar los cuales
sentí eternos, llegué a pensar que no aparecería y que me dejarían ir con un
comparendo o contravención, de cualquiera forma ambas para mi eran igual de
graves, pensé en mi hoja de vida de profesional recién graduado sería manchada
por dos agentes que no tuvieron reparo en llevarme por "estar mal
parqueado" como burlonamente ellos le llamaron a mi situación.
De la Duster se bajó un superior de los agentes, este
solo me miró y me indicó que sería trasladado "por mi seguridad" a la
unidad de prevención judicial y que saldría en 24 horas.
Fue un instinto de supervivencia quizás vacilar para
subirme pero me tomaron de los brazos y me ingresaron a la fuerza. Dentro de la
cabina se corta el oxígeno por el olor a sudores, los vidrios polarizados
imposibilitan la vista de afuera hacia adentro siempre están arriba no hay
tampoco para perillas para bajarlos. Hay firmas de otros desafortunados por
toda la cabina, se lee escritos ofensivos contra la policía y las siglas ACAB( ALL COPS ARE
BASTARDS) están por doquier.
Me pasearon por la ciudad, buscando más positivos,
estuvimos en el barrio Sanpachito muy cerca a un sector conocido como el
"bolsillo", ahí realizaron una parada, entraron a una casa y después
de un rato salieron felices como su hubieran cobrado una quincena. Después
recorrimos toda la carretera del nuevo malecón del río pasando revista a otros
agentes que prestaban su servicio.
En el estadio Romelio Martínez, subieron a un
indigente que dormía placidamente en las afueras, también a un limpia vidrios
de procedencia venezolana que no portaba documentos, con el cupo lleno ya no
quedaba más que tomar rumbo hacia el "hotel"como los agentes le
decían, sorprendido quedé cuando me informaron que la UPJ ya no se encontraba
en la calle 30 con la carrera 8, ahora yacia sobre la avenida Cordialidad mucho
más lejos de mi casa.
Llegamos y el nombre de afuera no me parecía conocido,
podía leer por la ventana "Unidad de Servicios Especializados en
Convivencia Ciudadana y Justicia" UCJ. Una nombre más largo pero amigable
con todo el que lo alcanzará a leer.
Al
bajar se escuchaban abucheos y algarabía a lo lejos, claramente eran los
reclusos que ya habían dado su respectivo paseo por la ciudad, afuera solo hay
un mesón donde nos tomaron unos datos y huellas
también hay una celda pequeña donde estaban tres personas de dudosa
sexualidad. El limpia vidrios exclamó que tenía sed y fue directo y sin vacilar
a una pluma escondida detrás de la celda externa, ya él había estado ahí.
Nos pasaron a una recepción donde en un mesón nos sentaron a todos, llamaron a uno por uno por nuestros respectivos nombres,
nos tomaban una foto con una cámara pequeña y después a sentarse nuevamente. El
silencio en la sala era eterno, solo se escuchaban gritos alejados. Uno de los
agentes de la recepción de apellido "Lloreda" nos hizo pasar a una especie de baños pero sin retrete, se dividía por cubículos, allí nos pidió que
nos quitaremos cordones, correas y cadenas, todo lo que pudiera ser material
asfixiante contra nosotros mismos, luego nos pidió desnudar y que nos dejáramos
los boxers, luego uno por uno fue obligado a bajarse el calzón, agacharse y
toser tres veces fuertemente, una humillación. Lo que se busca en este
procedimiento es verificar que llevábamos algún tipo de material prohibido o
estupefaciente oculto en nuestros genitales.
LA EXTORSIÓN
Lloreda salió y regresó un agente moreno alto, de
lentes y voz más amigable. Nos manifestó que para el era difícil ver caras no
peligrosas en la unidad y que sería más fácil si le colaboramos con el
excelente comportamiento. Reveló que dentro de la celda éramos nosotros vs los
"chirretes". Que solamente faltaba verificar las cantidades de dinero
que portábamos y así evitar inconvenientes al momento de entregarnos nuestras
pertenencias. Ese día la quincena entera no la había retirado solo tenía 20 mil
pesos conmigo. Inspeccionó las cantidades de cada uno y luego salió, nos ordenó
que nos vistiéramos rápidamente, que había llegado una "neverita" con
más positivos y que necesitaba los cubículos.
El corazón lo tenía a mil por hora, los ojos agitados
a la expectativa de cualquier movimiento extraño dentro de esa especie de baño.
Lloreda regresó y sacó de la sala al indigente y al venezolano. Solo quede yo
ahí, el temor se apoderaba de mi cada vez más, solo quería salir corriendo y no
pisar más nunca esa unidad. Quedé por un momento solo en mi cubículo hasta que
regresó el agente que me puso en esa situación, me dijo que me iba a colaborar
pero que por obligación debía ingresar a la celda, me derrumbe en ese preciso
momento y el queriendo animarme explicó que solo serían un par de horas
mientras se iba su Mayor de la unidad, que era mejor 2 horas que 24. Me pidió
que dejara caer el billete de 20 mil en el cubículo y que saliera sin mirarlas
para atrás.
Camino a la celda el olor a orines y excremento
aumentaba, en una celda habían trevestis, en la siguiente mujeres y en la
última y la más grande solo hombres, era en realidad triste ver donde estaba y
cómo me sentía, con personas en situación de calle, coletos que a pesar de
hablar castellano no se les entendía nada de lo que decían, eran como especie
de códigos, mal hablaban los códigos numéricos de los policías cuando se
comunican por radio, había gente durmiendo en el suelo y otros sentados en
círculos hablando y a la expectativa de cualquier movimiento por parte de los
guardas, presuntamente ellos entraban ahí y si no les caías bien te llevaban a
otra celda de donde regresabas como una nazareno, explicó un recluso. Las
paredes estaban como las cabina de la Duster, totalmente rayados con marcador y
lápiz.
Las horas pasaron lento, afortunadamente alguien
dentro de la celda hizo conversación conmigo y me quedé justo a su lado
buscando compañía para domar el sopor de lo que faltaba. No había ninguna pluma
cerca y tenía sed. El protocolo para tomar agua era convencer al guarda que te
permitiera salir de la celda pero casi imposible, ellos se paseaban y se hacían
los de la vista gorda.
Regresó el agente que me realizo el
procedimiento, por un momento olvide la
extorsión y le sonreí como si fuera mi amigo, me sacó de la celda, me llevó a
la externa en la entrada de la unidad donde estaban dos homosexuales y ahí
finalice la hora que debía. Un agente regresó, me llamó por mi nombre y me
levanté del suelo rápidamente, tenía mi bolso y en el todas mis pertenencias
entre esas el libro y la caja de cigarros todavía desechada, solo se salvó un
solo cigarrillo.
Me subieron a la neverita solo, salí de ahí con un agente amigable que me
preguntó porque me habían cogido, yo le dije que por estar "mal
parqueado" en un parque leyendo. El dejó salir una risotada contagiosa y
otra vez pude reír después de ese calvario. El conducía afanosamente y me
pregunto dónde vivía, yo le dije que lejos, que donde me dejara me servía. El
insistió y le di la ubicación de mi casa. Se asombró. Me dio una respuesta de
taxista, "yo para allá no voy" .Me dejó tirado en cualquier parte de
la ciudad. Me bajé de la patrulla después de casi 4 horas de estar retenido
inocentemente con una gran enseñanza: Jamás te sientes en un parque a leer,
puede ser peligroso.





Te felicito hermano se que eres bueno para eso .abrazos.
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