Conozca detalles inéditos de la lucha del maestro Joe Arroyo contra los fantasmas de la destrucción. Su descenso a las calles y su ascenso a la gloria.
Por William Ahumada Maury
Fotos: Álbumes familiares
El
centurión de la noche emergió como un zombi bajo la densa neblina que aplastaba
a Barranquilla esa madrugada de enero de 1983. Caminaba como liberándose a
manotadas de una oscuridad que insistía en abrazarlo.
El
hombrecillo atravesó como una exhalación la calle 72, atraído por el retumbar
de una orquesta que hacía delirar a la gente, entre las paredes abullonadas de
la discoteca Shadow. A lo largo de la avenida, los postes dejaban caer conos de
una luz amarillenta que producían una visión nostálgica de Barranquilla bajo la
niebla.
El
centurión de la noche no pasaba los 28 años de edad. Podría estar pesando unos
50 kilos. De lejos su cuerpo mostraba los estragos de la lucha íntima para
liberarse de ese mundo de tinieblas y soledad.
Tenía
un cuerpo esquelético que bailaba bajo una camisa de manga larga color azul con
bordados negros, un pantalón azul y calzaba zapatos negros. Había perdido parte
del cabello abundante -en forma de afro- que le dio identidad caribe durante
diez años en las carátulas de los discos. Tenía los ojos exaltados por la
ansiedad y sudaba de manera profusa.
Saludó
a los noctámbulos frente a la discoteca –vendedores de cigarrillos, de chuzos,
taxistas y vigilantes nocturnos apostados frente al establecimiento - con una
frase pegajosa que acuñó para hermanarse con la gente desconocida:
-¡Mi
hermanito, buenas noches! -
Y preguntó:
-¿Qué
orquesta está tocando aquí hoy?-
-Es la
orquesta La Diferencia ¿Qué necesita? – inquirió uno de los porteros de la
discoteca. Un sujeto de cuerpo descomunal, que fulminó al recién llegado con una mirada de desprecio.
-Soy el Joe Arroyo, el cantante. Necesito hablar con mi hermanito Carlos Castro Gómez, el de las congas. Tú sabes, uno de los músicos. Mi hermanito, por favor, avísele que aquí está Joe Arroyo – suplicó.
-Nojoda, ¿tú eres Joe Arroyo? ¿El cantante de la orquesta de Fruko? - preguntó incrédulo un taxista de risa burlona que resoplaba un vasito con un tinto humeante. Los noctámbulos, fijaron sus miradas de fuego contra el recién llegado.
-¡Pa
jodete! Si tú eres Joe Arroyo yo soy el presidente de los Estados Unidos. ¡Eche,
demuéstralo, canta un pedazo de Tania, a ver! - espetó el taxista con ánimo de humillar
al recién llegado.
El
centurión de la noche sonrió con picardía. Clavó una mirada sobradora contra el
taxista, llenó sus pulmones y explotó:
-“Voy a
la ciudad, voy a trabajar, allá está el placer ehhh lo voy a buscar…-”
La voz educada,
fina, melodiosa y potente se tomó el espacio frente de la discoteca,
imponiéndose sobre el aplastante retumbar de la orquesta que sonaba dentro del establecimiento nocturno. Los noctámbulos callaron
de golpe y de inmediato abrazaron de manera compasiva a Joe.
-Nojoda
viejo Joe, disculpe. ¡No lo conocía!- se les escuchó decir.
Rato
después, y ya en confianza, cuando el cantante relataba sus andanzas por
Barranquilla, salió Carlos Castro –el conguero de la orquesta La Diferencia - y abrazó al cantante con efusivo afecto.
-Listo
mi hermanito. Pero NO le voy a decir a Zoila que eres tú. Esta es una sorpresa.
Quédate acá y en la segunda tanda, entras y subes a la tarima, pero de una – propuso
el músico.
-¿Tienen
montadas canciones mías? – Preguntó Joe.
-Claro.
Tenemos tres o cuatro - respondió Castro mientras regresaba a la discoteca.
El anunciador de tarima, llamó la atención de los asistentes para dar inicio a la segunda tanda. Mientras los músicos probaban sus instrumentos Carlos Castro Gómez dejó a un lado las congas, caminó al frente y habló al oído a Zoila Nieto, la directora de la orquesta. Era una mujer imponente, hermosa, de frondosa cabellera rubia, talla de reina y temple de acero. Castro le pidió que orquestaran la canción “Típico Amerindio”, pues un invitado especial quería cantar solo esa canción.
Joe A
Zoila
accedió de inmediato a la solicitud de Castro. “Típico Amerindio” el pegajoso
tema grabado por Joe Arroyo meses antes, estaba sonando en todo el país y había
sido montado por La Diferencia. Lo cantaba un joven con una voz prodigiosa llamado
Checo Acosta. Zoila, siempre miró con detenimiento al invitado que se aprestaba
a subir a la tarima. Aun sin conocerlo motivó a la concurrencia a que
aplaudieran.
Sincronizada
e imponente la orquesta dio paso al cantante. Los aplausos estallaron.
-“Típico, típico amerindio, suramericano, baila mi folclor de mi corazón…”- vibró una de las voces más hermosas de Colombia en las últimas décadas.
El
particular estilo de baile de Joe, su timbre de voz inconfundible, impactaron
en el público que terminó reunido alrededor de la tarima aplaudiendo a rabiar,
pero intrigados por la deprimente presencia del cantante. Poco después, Joe
salió a la calle y se dejó abrazar nuevamente por el centurión de la noche.
-No lo
conocía. Estaba extremadamente delgado, con los ojos perdidos dentro de las
cuencas, el rostro huesudo y manchado. Sudaba a chorros. ¡No podía ser Joe
Arroyo! Por eso no ilustraron con su foto la carátula del disco El Campeón.
Pusieron un dibujo de Joe con el cuerpo musculado calzando unos guantes de
boxeo - comentó después Zoila Nieto.
El público
pidió otra y Joe, visiblemente emocionado cantó “Cosecha de Amores”, otra de las
canciones de ese trabajo que había publicado poco después de abandonar la
orquesta de Fruko. La locura fue total.
Después
de la exitosa presentación Joe quedó extenuado. Solicitó hablar con Zoila Nieto en privado. Ella lo
citó al día siguiente a su casa. El cantante, llegó con las manos inquietas por
la ansiedad, acompañado por su representante Marcos Barraza y su amigo y
protector, el comerciante del barrio Abajo Constantino Estrada Lamanna, “El
Tinti”.
-Mi
hermanita me encanta tu orquesta. La quiero y la necesito. Te tengo una
propuesta – confesó Joe.
Joe,
había quedado impresionado con la excelente presentación de La Diferencia. Era
un grupo serio, compacto y bien presentado. Allí destellaban desde ya figuras
de la música como Chelito de Castro –en el piano- Fernando Reina, Mirian Díaz,
-trompetas- Eduardo Machacón, Ricardo
“El Pin” Ojeda -en los timbales- Guillermo López, Carlos Castro y la voz y los
coros de Checo Acosta.
Joe sorbió
un tinto que vibraba en la tacita y prosiguió.
-Acabo
de llegar de Medellín. No sé si sabes que renuncié a Fruko, y estoy armando
orquesta en Barranquilla, pero no ha sido fácil. Te propongo que, cuando tu
orquesta suene conmigo, se llame “La Verdad”- un nombre que tengo registrado- y
cuando estén contigo se llame La Diferencia. Así tendremos trabajo en
abundancia y todos ganamos, propuso.
La propuesta
silenció a Zoila Nieto. La dama pidió unos minutos para pensarlo. Rato después,
regresó a la terraza del patio, donde se había iniciado la reunión. Tenía unas
observaciones:
-Bien, acepto.
Pero necesito que me garantices la plata de la nómina de mi orquesta. En cada
toque son 47 mil pesos, ellos se ganan 1.200 pesos por presentación, aparte de
los viáticos. Mis muchachos tienen sus sueldos, comisiones, uniformes y todo -
exigió la bella dama.
Marcos
Barraza intervino y dijo que todo eso estaba garantizado y admitió que Joe
había perdido varios contratos por no tener una orquesta armada. Desde ese
grato momento el valioso cantante, tomó un respiro. Ese era su complemento
profesional.
En ese instante
Joe venía dando tumbos desde que renunció a la orquesta de Fruko meses antes, a
finales de 1980, y se dejó atrapar por los fantasmas del centurión de la noche.
-Deseaba
abrirse a tener su propia banda y,
aunque el maestro Fruko le pidió que se quedara –y hasta ofreció aumentarle el
sueldo- Joe confirmó que se marchaba. Juró que ya había armado su propia
orquesta, pero en realidad esa orquesta no existía. Sus compañeros se mofaban
de él por tener un grupo de mentiras; entonces decidió ponerle un nombre: La
Verdad. – relató Hugo Molinares, pianista.
Cuando
Joe renunció a la orquesta de Fruko -una noche antes de marcharse de Medellín- se presentaron a su habitación once músicos
que expresaron su deseo de acompañarlo en su nueva aventura.
Joe
expresó a los muchachos que tenía un concepto musical nuevo para mostrar y –a
principios de 1981- entró a estudio con esos músicos que venían de Fruko para grabar el
larga duración “Arroyando”, en el que incluyó el tema La Rumbera, un gran
éxito.
Pero, el
fantasma de las noches lo acechaba. Las batallas de Joe con los monstruos de la
destrucción comenzaron a influir en su conducta. Se entregaba cada vez más a la
vida azarosa de las calles y las caletas. Los músicos le expresaron su
descontento más de una vez. Después de una presentación opaca en el festival de
orquestas de 1983, esa orquesta se disolvió y Joe –indefenso- quedó a merced de
sus propios fantasmas. Entonces el centurión de la noche lo convirtió en asiduo
caminante de la calle 72.
Desde entonces
Joe inició una guerra en dos frentes contra sus propios fantasmas. Por un lado,
parecía no interesarle escapar de la ansiedad por autodestruirse, y por otro, necesitaba rearmar su orquesta.
Estaba obsesionado con mostrar al mundo su propuesta. Por eso le pidió a su
amigo Carlos Castro Gómez que le diera una oportunidad para cantar uno de sus
temas. Por eso el centurión de la noche llegó como un zombi a Shadow esa madrugada de enero de 1983.
-Joe
tenía una obsesión: quería enamorar a Barranquilla y ganar un Congo de Oro. Triunfar
con su propia música, por eso se retiró de la banda de Fruko, siendo la
estrella. Había ganado dos Congos de Oro con Fruko -1974 y 1978-, pero él
quería hacer historia con su propia orquesta. - precisó Molinares.
Tomado del Instagram del cantante Checo Acosta |
-Joe sabía que sólo tenía dos cosas: Fe en sí mismo y el amor de los barranquilleros. Por eso se vino a vivir a La Arenosa, enfrentó a todo, sin armas y sin malicia. Sólo mostrando su talento. Eso fue el único que mostró para pelear contra el destino - expresó el programador musical Walberto Padilla.
Per
En una
ocasión, siete de septiembre de 1983, Joe Arroyo era un paciente muy delicado del
Hospital Naval de Cartagena. Marcos
Barraza, su empresario, escribió después que los médicos lo habían citado –en privado- para que adelantara la compra de un ataúd. El
paciente había sufrido una fuerte afectación de la tiroides, que se extendió
por su precario estado de salud general. Adela empeoró las cosas al golpear y
fracturar a su maltrecho marido con un florero en su pie izquierdo. Aun así,
días después, Joe se levantó una mañana de la su lecho de moribundo, tomó un
taxi y –doce horas después- se presentó
en un concierto en la caseta la Saporrita de Barranquilla.
-Era un guerrero nato. El cantante de los
descendientes esclavos de Colombia sólo pedía en silencio dos cosas: una
orquesta, y un ángel que lo acompañara a pelear por las noches contra los
monstruos que lo convertían en centurión – relató Andrea Michelsen, estudiosa
del Joe Arroyo.
Ricardo
“El Pin” Ojeda, el virtuoso timbalero, su hermano Luis, el presentador oficial
de La Verdad, acompañados por Constantino Estrada, “El Tinti”, se convirtieron
en sus protectores. “El Tinti” terminó ofreciéndoles un apartamento en el
barrio Abajo, en una gigantesca casona con forma de castillo. El Joe, se mudó
con su esposa Adela Martelo y sus dos hijas Tania y Adela.
A estas
alturas el calvario de Joe Arroyo, apenas iniciaba. La convivencia con su
esposa se hizo insostenible. Ella había dejado de ser el ángel que acompañaba a
Joe para enfrentar su problema, Adela se convirtió en otra víctima. Las agresiones comenzaron a ser cada vez más comunes. Joe terminó
sin el vital apoyo de su mujer en las noches en que estaba siendo asediado por
el monstruo gaseoso con vaho de químicos.
En
medio de su soledad, y mientras estaba acorralado por los duendes de la muerte,
Joe escribió “Tumbatecho”, una alegre bomba con mensaje de lamento. Tal vez, la
descripción más íntima del drama que vivió por causa de las drogas:
“Llegó a su
casa derecho
De haber rumbeado por despecho
De hecho cayó al lecho mirando al techo
Y siguió derecho oyendo música brava
Brisas de enero que tumban tu techo
Con el
corazón desecho
De haber rumbeado por despecho
De hecho cayó al lecho mirando al techo
Y siguió derecho oyendo música brava
Brisas de enero que tumban tu techo
El
periodista Fabio Poveda Márquez, amigo personal del Joe Arroyo –impactado por
las noticias que le llegaban del centurión de la noche- recomendó a Eddie Morales, uno de los organizadores del baile
de Carnaval “La Puya Loca” –una sensación en Barranquilla- contratara a Joe
Arroyo pues: “había estado presente en sus presentaciones con una orquesta
nueva que lo acompañaba en Barranquilla. Y era realmente genial”:
La
noche del viernes 27 de enero de 1984, Joe llegó a La Puya Loca con una camisa
blanca, chaquetilla negra tachonada con perlas doradas y un pantalón blanco. La
Puya Loca parecía un baile de fantasía. Una lluvia de mujeres hermosas retozando
dentro de una burbuja de luces blancas y ropas de colores. El ambiente era
perfumado y la música invitaba a sumergirse en un mundo mágico llamado “barranquillería”.
Esa
noche Joe no podía caminar entre la enramada de brazos que se extendían para
tocarlo. Tan pronto subió a la tarima –apoyado por su gran amigo Ricardo “El
Pin” Ojeda- el público estalló en
aplausos. Barranquilla correspondía a su amor.
Mientras
cantaba su primer tema, “La Rumbera”, el Joe Arroyo quedó atrapado en la poesía
de unos ojos claros, adormitados y seductores que lo seguían sobre la tarima. Entre
el público delirante que se apretujaba alrededor de la tarima, una adolescente
lo contemplaba extasiada, aferrada al brazo de una amiga. El cantante no podía
desprender su atención de una chiquilla, blanca y bella como una aparición, que
se negaba a soltarlo de las ataduras de su mirada. El cantante hizo señas a su
corista Checo Acosta, para que identificara a la niña de la mirada tierna. Repentinamente
a Joe se le fueron las luces a negro. Trastabilló, intentó agarrase del aire, perdió
las piernas y se desplomó sobre sus espaldas en la mitad del escenario.
Los
músicos intentaron seguir. Pero sus notas musicales se disolvieron. La orquesta
se silenció ahogada por los gritos del público. Joe Arroyo fue levantado en
andas y trasladado hasta el patio de la casa de Eddie Morales. Sudaba como un
caballo cochero. Minutos después abrió los ojos alentado por un caldo caliente de
pichón de paloma que le extendió otro vecino del barrio Los Pinos.
-Te dio
un soponcio mi hermano. Estás muy, pero muy débil, debes cuidarte más. Te estás
maltratando demasiado. Vamos a un hospital - le comentó al oído Ricardo “El
Pin” Ojeda.
El
público aplaudió a rabiar cuando los músicos sacaron a Joe sentado sobre un
mecedor de tirantas y lo subieron a un taxi. Dos días después Joe llamó a Checo
Acosta y le preguntó por la niña de mirada de hechizo de la Puya Loca.
-Llegó
con mi novia Jacqueline Villegas Murcia. La niña se llama Mary Luz Alonso,
tiene 17 años, es de Barranquilla - le reportó con profundo respeto El Checo.
Ocho
días después la orquesta La Verdad tuvo una presentación en la caseta
“Amanecemos Si” del barrio Abajo. Checo tenía la orden de poner un taxi para
llevar a las dos niñas en la puerta de la caseta. El público no llegó en masa
–como ocho días antes- pero fue una de las noches más brillantes de Joe.
-No dejó de mirarme. Improvisando, dijo que se había desmayado por amor. Hizo una señal a la orquesta y la dejó sonando en una sola nota y comenzó a cantarme. Bajó del escenario, me tomó por las manos y me cantó al oído: “Llueve que llueve, y yo sigo cantando, a una chiquilla, que me está mirando” y me dejó matada. Los asistentes nos rodearon aplaudiendo - Reveló Mary Luz Alonso, quien se fue a vivir con Joe desde esa misma noche.
El amor expulsó al centurión de la noche de las calles por un tiempo. A Joe le cambió la vida. Cuando el fantasma de la destrucción lo llamaba desde un rincón, con su voz gutural y aliento de fetidez, Joe se entregaba al amor. Se convirtió en un galán de traje blanco, poemas en una servilleta y baladas de amor de los setenta. Se entregó silencioso a un mundo de besos cálidos, cabellos perfumados, piel de seda y cuentos de fantasía. Revitalizó su vida desde adentro.
Por otro lado, los muchachos de la orquesta hablaron con Zoila Nieto y anunciaron que se quedaban con “La Verdad”. La orquesta se convirtió en un soporte para la estabilidad emocional de Joe. Para las fiestas de carnaval del año 1984 Joe Arroyo seguía recibiendo golpes por parte de los empresarios del espectáculo. Lo excluyeron de muchas programaciones, pero surgieron contratos de gente que admiraba el enorme talento del cantante.
Argumentando
problemas de salud, Joe fue excluido de la programación de la caseta La
Saporrita por los días de carnaval; pero
el locutor Ralphy Polo, joven estrella de la radio en esa época, apasionado por
las festividades de Barranquilla, le tendió una mano. Se presentó a su casa con
el empresario Rafael Charris, propietario del espectacular baile “Lluvia de
Locos”, del barrio Las Palmas. Fue contratado como estrella central los días
domingo y lunes de carnaval. Allí peleó los aplausos del público con orquestas
internacionales como Costa Brava y Bonny Cepeda.
Para el
festival de orquestas Barranquilla le tenía preparada otra gran sorpresa al
mulato de oro. En el coliseo cubierto Humberto Perea hervía una pasión febril
entre 12 mil almas apretujadas en el escenario. Entre todos generaban una
temperatura cercana a los 40 grados centígrados. Desde las diez de la mañana,
en un ambiente de pasión nunca antes vivido, comenzó a retumbar en todo el
norte de Barranquilla un coro que se extendió por todo el día: “Jooeeee Joeee Jooeeee”.
Promediando
las cuatro de la tarde subió al escenario Joe Arroyo, y la orquesta La Verdad. El
coliseo estalló en alegría. La delgadez de su cuerpo era inentendible comparada
con la energía que le imprimió a su presentación. Barranquilla ya sabía su
drama y le abrió los brazos. La ovación del público fue el elixir que lo
revitalizó. Entonces Joe Arroyo, envió un mensaje a los barranquilleros. Un
mensaje que todos entendieron; incluyó
entre los tres temas que debía presentar “Confundido”, una letra de Mike Char y
que había grabado con la banda de Fruko.
Seguidamente
interpretó “Abandonaron el campo” y luego “Amanecemos Sí”. Fue una locura
total, el público de pie, pidió: “Otra, otra, otra”.
Ralphy
Polo, el presentador explicó que no se podía romper las reglas del festival:
“Sólo se deben interpretar tres temas. Si canta otra… ¡será descalificado!”,
expresó.
Entonces,
el pueblo ordenó: “Congo…Congo…Congo”. Y
la orden del pueblo se cumplió.
Allí se
inició una hegemonía que le dio a Joe Arroyo 18 Congos de Oro. Era tan inmensa
la obra de Joe, que la organización Carnaval de Barranquilla debió crear el
Súper Congo de Oro, sólo para galardonar al más grande. De éstos, ganó 4.
El amor
logró desterrar por un tiempo el fantasma que lo convertía en el centurión de
la noche. Joe Arroyo creció como artista. Su cuerpo recuperó la salud. Semanas
después, había aumentado de peso, volvió
a ser el portento que dio identidad propia a los mulatos del mundo. Y creció y
creció hasta alcanzar la talla de inmortales de la música en el mundo como Benny
Moré, Bob Marley, y otros más.
Sin
saber leer las partituras - haciendo el montaje de sus genialidades artísticas
con el sonido de su garganta (imitando golpes musicales) -pudo crear su propio
ritmo: el Joesón. Para ello unió las expresiones musicales de la cultura costeña
como la cumbia, el chandé y el porro, con ritmos tomados de la música del
caribe, como la soka, el calipso,
merengue, el reggae, el Konpa y el Dirék. Todo eso, mezclado con ingredientes
de música africana.
Joe volvió
–en familia- a su secreta afición de jugar con aviones, carritos y trenes multicolores que compraba en
sus giras por el mundo. Se destornillaba de la risa viendo caricaturas por
televisión, en especial, el Pájaro Loco o Los Picapiedra. Desempolvó las viejas
composiciones que había escrito -a escondidas- cuando aún era la estrella de la
orquesta de Fruko. Años después de ganar su primer Congo de Oro, grabó una de
sus favoritas: La Rebelión. Después vinieron, la Musa Original, Son Apretao, Echao
pa lante, A mi Dios todo le debo, Simula Timula, Teresa vuelve, Te quiero más,
Inocente, Tumanye todas musicalizadas con Joeson.
Entraba
constantemente al estudio de grabación. De esas jornadas en la ciudad de Medellín,
salieron 26 producciones musicales con su orquesta, en las que aplazó
constantemente una canción que le daba vueltas en la cabeza y no se atrevía a
grabar.
-Cuando
nos mudamos a nuestra casa Joe se acostaba en la alfombra y hablábamos por horas. Me dijo quiero
que analices una canción que escribí hace más de diez años. Aquí –en este tema
- se reúne todo ese drama que he vivido por las noches. Resume el sentirme
impotente ante un fantasma que me atrapa, y sin poder dormir. No sé qué hacer
con ella y, ahora que soy un hombre distinto, quiero que me orientes sobre el
tema. Se llama El Centurión de la Noche – le confesó a Mary Luz.
-Bueno…cántala
a ver mi amor - aceptó ella.
Joe se
puso de pies, sonó las claves con sus manos e invadió la espaciosa sala de su
casa con su poderosa voz:
Aurora, soy centurión de la noche
Aurora, mírame a mi sin dormir
No sé qué es lo que duele sin sentir
Pero tengo en el alma mi sufrir
Centurión de la noche me volví
Mírame a mí, sin dormir (x2)
Uy, ay, uy no dormí
Uy, ay, uy no dormí
Uy, ay, uy no dormí
Uy no, uy no dormí…
-Es muy triste. Pero, te doy un consejo: enfréntalo. Grábalo y haz el frente al tema. Servirá para que la gente sepa
lo que sufres - recomendó la bella mujer.
Entonces
Joe se tomó el mundo. En 26 años realizó 57 giras internacionales. Fue invitado
especial a todas las festividades de verano de Europa. Se paseó por las
universidades del mundo dando cátedra de su riqueza cultural. Compuso 167
canciones y grabó 49 de ellas con La Verdad.
-Luche
por mucho tiempo tratando de quitarle el hábito de salir por las noches, pero
entendí que eso iba a ser imposible. Era su espacio, el momento en que se
inspiraba. Entonces accedí, lo dejé, pero cuidando que no recayera en ese
mundo. Por muchos años se controló, pero finalmente volvió a ese mundo -
admitió Mary Luz.
El amor
fue durante 26 años el soporte vital de Joe Arroyo. Pero un día ese amor falló:
Cayó nuevamente en las fauces del Centurión de la Noche, hasta que desapareció
de la tierra, pero Joe ascendió hacia la Inmortalidad…
Excelente crónica primo
ResponderBorrarDile No A Las Drogas.
ResponderBorrarLas drogas si no te la llevas a las narices, boca, o inyectas son tan inofensivas como un bebé.
ResponderBorrarDios t bendiga y proteja x excelente reportaje en conmemoración d uno d los grandes exponentes de la música. Como experiencia propia, puedo decir q la vida sana es única y apremiada x Dios y la vida misma..
ResponderBorrarPartner del fercho,, tu brother.
Excelente reportaje grande Joe Arroyo por 100pre un gladiador de nuestra musica colombiana un exponente natural de todos los generos del caribe gracias a Dios me dio la oportunidad de acompañarlo en su orquesta y compartir con toda su banda la verdad felicitaciones.
ResponderBorrar👍 muy bueno los géneros del Caribe son mis favoritos y más Joe arroyo
ResponderBorrarExcelente!!!
ResponderBorrar