Nuestros Guerreros VI - Notas & Historias del Caribe

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domingo, 16 de agosto de 2020

Nuestros Guerreros VI

 

Joe Arroyo: Cuando la música es el arma  para ganar la inmortalidad


Conozca detalles inéditos de la lucha del maestro Joe Arroyo contra los fantasmas de la destrucción. Su descenso a las calles y su ascenso a la gloria.

Por William Ahumada Maury

Fotos: Álbumes familiares

       

El centurión de la noche emergió como un zombi bajo la densa neblina que aplastaba a Barranquilla esa madrugada de enero de 1983. Caminaba como liberándose a manotadas de una oscuridad que insistía en abrazarlo.

El hombrecillo atravesó como una exhalación la calle 72, atraído por el retumbar de una orquesta que hacía delirar a la gente, entre las paredes abullonadas de la discoteca Shadow. A lo largo de la avenida, los postes dejaban caer conos de una luz amarillenta que producían una visión nostálgica de Barranquilla bajo la niebla.

El centurión de la noche no pasaba los 28 años de edad. Podría estar pesando unos 50 kilos. De lejos su cuerpo mostraba los estragos de la lucha íntima para liberarse de ese mundo de tinieblas y soledad.

Tenía un cuerpo esquelético que bailaba bajo una camisa de manga larga color azul con bordados negros, un pantalón azul y calzaba zapatos negros. Había perdido parte del cabello abundante -en forma de afro- que le dio identidad caribe durante diez años en las carátulas de los discos. Tenía los ojos exaltados por la ansiedad y sudaba de manera profusa.

Saludó a los noctámbulos frente a la discoteca  –vendedores de cigarrillos, de chuzos, taxistas y vigilantes nocturnos apostados frente al establecimiento - con una frase pegajosa que acuñó para hermanarse con la gente desconocida:

-¡Mi hermanito, buenas noches! -

Y preguntó:

-¿Qué orquesta está tocando aquí hoy?-  

-Es la orquesta La Diferencia ¿Qué necesita? – inquirió uno de los porteros de la discoteca. Un sujeto de cuerpo descomunal, que fulminó  al recién llegado con una mirada de desprecio.

-Soy el Joe Arroyo, el cantante. Necesito hablar con mi hermanito Carlos Castro Gómez, el de las congas. Tú sabes, uno de los músicos. Mi hermanito, por favor, avísele que aquí está Joe Arroyo – suplicó.

-Nojoda, ¿tú eres Joe Arroyo? ¿El cantante de la orquesta de Fruko? - preguntó incrédulo un taxista de risa burlona que resoplaba un vasito con un tinto humeante. Los noctámbulos, fijaron sus miradas de fuego contra el recién llegado.

-¡Pa jodete! Si tú eres Joe Arroyo yo soy el presidente de los Estados Unidos. ¡Eche, demuéstralo, canta un pedazo de Tania, a ver! - espetó el taxista con ánimo de humillar al recién llegado.

El centurión de la noche sonrió con picardía. Clavó una mirada sobradora contra el taxista, llenó sus pulmones y explotó:

-“Voy a la ciudad, voy a trabajar, allá está el placer ehhh lo voy a buscar…-”

La voz educada, fina, melodiosa y potente se tomó el espacio frente de la discoteca, imponiéndose sobre el aplastante  retumbar de la orquesta que sonaba dentro del  establecimiento nocturno. Los noctámbulos callaron de golpe y de inmediato abrazaron de manera compasiva a Joe.

-Nojoda viejo Joe, disculpe. ¡No lo conocía!- se les escuchó decir.


Rato después, y ya en confianza, cuando el cantante relataba sus andanzas por Barranquilla, salió Carlos Castro –el conguero de la orquesta La Diferencia -  y abrazó al cantante con efusivo afecto.

-Listo mi hermanito. Pero NO le voy a decir a Zoila que eres tú. Esta es una sorpresa. Quédate acá y en la segunda tanda, entras y subes a la tarima, pero de una – propuso el músico.

-¿Tienen montadas canciones mías? – Preguntó Joe.

-Claro. Tenemos tres o cuatro - respondió Castro mientras regresaba a la discoteca.

El anunciador de tarima, llamó la atención de los asistentes para dar inicio a la segunda tanda. Mientras los músicos probaban sus instrumentos Carlos Castro Gómez dejó a un lado las congas, caminó al frente y habló al oído a Zoila Nieto, la directora de la orquesta. Era una mujer imponente, hermosa, de frondosa cabellera rubia, talla de reina y temple de acero. Castro le pidió que orquestaran la canción “Típico Amerindio”, pues un invitado especial quería cantar solo esa canción.


Joe Arroyo entró a la discoteca y desapareció entre el público, en un ambiente cruzado por rayos de luces de colores y penetrante olor a licor y cigarrillos. Los noctámbulos que lo habían increpado afuera, lo siguieron para aplaudir. Joe quería gritar a Colombia que estaba en Barranquilla. El centurión de la noche se quedó afuera –agazapado en la calle, con su pestilencia de muerte - esperando que Joe saliera, para atraparlo de nuevo. Adentro Joe esperó silencioso la señal de Zoila, oculto en las escaleras de la tarima.

Zoila accedió de inmediato a la solicitud de Castro. “Típico Amerindio” el pegajoso tema grabado por Joe Arroyo meses antes, estaba sonando en todo el país y había sido montado por La Diferencia. Lo cantaba un joven con una voz prodigiosa llamado Checo Acosta. Zoila, siempre miró con detenimiento al invitado que se aprestaba a subir a la tarima. Aun sin conocerlo motivó a la concurrencia a que aplaudieran.

Sincronizada e imponente la orquesta dio paso al cantante. Los aplausos estallaron.

-“Típico, típico amerindio, suramericano, baila mi folclor de mi corazón…”- vibró una de las voces más hermosas de Colombia en las últimas décadas.

El particular estilo de baile de Joe, su timbre de voz inconfundible, impactaron en el público que terminó reunido alrededor de la tarima aplaudiendo a rabiar, pero intrigados por la deprimente presencia del cantante. Poco después, Joe salió a la calle y se dejó abrazar nuevamente por el centurión de la noche.


-No lo conocía. Estaba extremadamente delgado, con los ojos perdidos dentro de las cuencas, el rostro huesudo y manchado. Sudaba a chorros. ¡No podía ser Joe Arroyo! Por eso no ilustraron con su foto la carátula del disco El Campeón. Pusieron un dibujo de Joe con el cuerpo musculado calzando unos guantes de boxeo - comentó después Zoila Nieto.

El público pidió otra y Joe, visiblemente emocionado  cantó “Cosecha de Amores”, otra de las canciones de ese trabajo que había publicado poco después de abandonar la orquesta de Fruko. La locura fue total.

Después de la exitosa presentación Joe quedó extenuado. Solicitó  hablar con Zoila Nieto en privado. Ella lo citó al día siguiente a su casa. El cantante, llegó con las manos inquietas por la ansiedad, acompañado por su representante Marcos Barraza y su amigo y protector, el comerciante del barrio Abajo Constantino Estrada Lamanna, “El Tinti”.

-Mi hermanita me encanta tu orquesta. La quiero y la necesito. Te tengo una propuesta – confesó Joe.

Joe, había quedado impresionado con la excelente presentación de La Diferencia. Era un grupo serio, compacto y bien presentado. Allí destellaban desde ya figuras de la música como Chelito de Castro –en el piano- Fernando Reina, Mirian Díaz, -trompetas-  Eduardo Machacón, Ricardo “El Pin” Ojeda -en los timbales- Guillermo López, Carlos Castro y la voz y los coros de  Checo Acosta.

Joe sorbió un tinto que vibraba en la tacita y prosiguió.

-Acabo de llegar de Medellín. No sé si sabes que renuncié a Fruko, y estoy armando orquesta en Barranquilla, pero no ha sido fácil. Te propongo que, cuando tu orquesta suene conmigo, se llame “La Verdad”- un nombre que tengo registrado- y cuando estén contigo se llame La Diferencia. Así tendremos trabajo en abundancia y todos ganamos, propuso.

La propuesta silenció a Zoila Nieto. La dama pidió unos minutos para pensarlo. Rato después, regresó a la terraza del patio, donde se había iniciado la reunión. Tenía unas observaciones:

-Bien, acepto. Pero necesito que me garantices la plata de la nómina de mi orquesta. En cada toque son 47 mil pesos, ellos se ganan 1.200 pesos por presentación, aparte de los viáticos. Mis muchachos tienen sus sueldos, comisiones, uniformes y todo - exigió la bella dama.

Marcos Barraza intervino y dijo que todo eso estaba garantizado y admitió que Joe había perdido varios contratos por no tener una orquesta armada. Desde ese grato momento el valioso cantante, tomó un respiro. Ese era su complemento profesional.


En ese instante Joe venía dando tumbos desde que renunció a la orquesta de Fruko meses antes, a finales de 1980, y se dejó atrapar por los fantasmas del centurión de la noche.

-Deseaba  abrirse a tener su propia banda y, aunque el maestro Fruko le pidió que se quedara –y hasta ofreció aumentarle el sueldo- Joe confirmó que se marchaba. Juró que ya había armado su propia orquesta, pero en realidad esa orquesta no existía. Sus compañeros se mofaban de él por tener un grupo de mentiras; entonces decidió ponerle un nombre: La Verdad.   – relató Hugo Molinares, pianista.


Cuando Joe renunció a la orquesta de Fruko -una noche antes de  marcharse de Medellín-  se presentaron a su habitación once músicos que expresaron su deseo de acompañarlo en su nueva aventura.

Joe expresó a los muchachos que tenía un concepto musical nuevo para mostrar y –a principios de 1981- entró a estudio con esos  músicos que venían de Fruko para grabar el larga duración “Arroyando”, en el que incluyó el tema La Rumbera, un gran éxito.

Pero, el fantasma de las noches lo acechaba. Las batallas de Joe con los monstruos de la destrucción comenzaron a influir en su conducta. Se entregaba cada vez más a la vida azarosa de las calles y las caletas. Los músicos le expresaron su descontento más de una vez. Después de una presentación opaca en el festival de orquestas de 1983, esa orquesta se disolvió y Joe –indefenso- quedó a merced de sus propios fantasmas. Entonces el centurión de la noche lo convirtió en asiduo caminante de la calle 72.


Desde entonces Joe inició una guerra en dos frentes contra sus propios fantasmas. Por un lado, parecía no interesarle escapar de la ansiedad por autodestruirse, y  por otro, necesitaba rearmar su orquesta. Estaba obsesionado con mostrar al mundo su propuesta. Por eso le pidió a su amigo Carlos Castro Gómez que le diera una oportunidad para cantar uno de sus temas. Por eso el centurión de la noche llegó como un zombi a Shadow  esa madrugada de enero de 1983.

-Joe tenía una obsesión: quería enamorar a Barranquilla y ganar un Congo de Oro. Triunfar con su propia música, por eso se retiró de la banda de Fruko, siendo la estrella. Había ganado dos Congos de Oro con Fruko -1974 y 1978-, pero él quería hacer historia con su propia orquesta. - precisó Molinares. 

Tomado del Instagram del cantante Checo Acosta

-Joe sabía que sólo tenía dos cosas: Fe en sí mismo y el amor de los barranquilleros. Por eso se vino a vivir a La Arenosa, enfrentó a todo, sin armas y sin malicia. Sólo mostrando su talento. Eso fue el único que mostró para pelear contra el destino - expresó el programador musical Walberto Padilla.

Pero, ser el centurión de la noche dolía mucho, hacía mucho daño, costaba mucho. Le absorbía la vida. La prensa lo dio por muerto varias veces y con el mismo diagnóstico: “sobredosis de drogas”.

En una ocasión, siete de septiembre de 1983, Joe Arroyo era un paciente muy delicado del Hospital Naval de Cartagena.  Marcos Barraza, su empresario, escribió después que los médicos lo habían citado –en privado-  para que adelantara la compra de un ataúd. El paciente había sufrido una fuerte afectación de la tiroides, que se extendió por su precario estado de salud general. Adela empeoró las cosas al golpear y fracturar a su maltrecho marido con un florero en su pie izquierdo. Aun así, días después, Joe se levantó una mañana de la su lecho de moribundo, tomó un taxi  y –doce horas después- se presentó en un concierto en la caseta la Saporrita de Barranquilla. 

 -Era un guerrero nato. El cantante de los descendientes esclavos de Colombia sólo pedía en silencio dos cosas: una orquesta, y un ángel que lo acompañara a pelear por las noches contra los monstruos que lo convertían en centurión – relató Andrea Michelsen, estudiosa del Joe Arroyo.

Ricardo “El Pin” Ojeda, el virtuoso timbalero, su hermano Luis, el presentador oficial de La Verdad, acompañados por Constantino Estrada, “El Tinti”, se convirtieron en sus protectores. “El Tinti” terminó ofreciéndoles un apartamento en el barrio Abajo, en una gigantesca casona con forma de castillo. El Joe, se mudó con su esposa Adela Martelo y sus dos hijas Tania y Adela.


A estas alturas el calvario de Joe Arroyo, apenas iniciaba. La convivencia con su esposa se hizo insostenible. Ella había dejado de ser el ángel que acompañaba a Joe para enfrentar su problema, Adela se convirtió en otra víctima.  Las agresiones  comenzaron a ser cada vez más comunes. Joe terminó sin el vital apoyo de su mujer en las noches en que estaba siendo asediado por el monstruo gaseoso con vaho de químicos.

En medio de su soledad, y mientras estaba acorralado por los duendes de la muerte, Joe escribió “Tumbatecho”, una alegre bomba con mensaje de lamento. Tal vez, la descripción más íntima del drama que vivió por causa de las drogas:

Llegó a su casa derecho
De haber rumbeado por despecho
De hecho cayó al lecho mirando al techo
Y siguió derecho oyendo música brava
Brisas de enero que tumban tu techo

Con el corazón desecho
De haber rumbeado por despecho
De hecho cayó al lecho mirando al techo
Y siguió derecho oyendo música brava
Brisas de enero que tumban tu techo

 

El periodista Fabio Poveda Márquez, amigo personal del Joe Arroyo –impactado por las noticias que le llegaban del centurión de la noche-  recomendó a Eddie  Morales, uno de los organizadores del baile de Carnaval “La Puya Loca” –una sensación en Barranquilla- contratara a Joe Arroyo pues: “había estado presente en sus presentaciones con una orquesta nueva que lo acompañaba en Barranquilla. Y era realmente genial”:

La noche del viernes 27 de enero de 1984, Joe llegó a La Puya Loca con una camisa blanca, chaquetilla negra tachonada con perlas doradas y un pantalón blanco. La Puya Loca parecía un baile de fantasía. Una lluvia de mujeres hermosas retozando dentro de una burbuja de luces blancas y ropas de colores. El ambiente era perfumado y la música invitaba a sumergirse en un mundo mágico llamado “barranquillería”.

Esa noche Joe no podía caminar entre la enramada de brazos que se extendían para tocarlo. Tan pronto subió a la tarima –apoyado por su gran amigo Ricardo “El Pin” Ojeda-  el público estalló en aplausos. Barranquilla correspondía a su amor.

Mientras cantaba su primer tema, “La Rumbera”, el Joe Arroyo quedó atrapado en la poesía de unos ojos claros, adormitados y seductores que lo seguían sobre la tarima. Entre el público delirante que se apretujaba alrededor de la tarima, una adolescente lo contemplaba extasiada, aferrada al brazo de una amiga. El cantante no podía desprender su atención de una chiquilla, blanca y bella como una aparición, que se negaba a soltarlo de las ataduras de su mirada. El cantante hizo señas a su corista Checo Acosta, para que identificara a la niña de la mirada tierna. Repentinamente a Joe se le fueron las luces a negro. Trastabilló, intentó agarrase del aire, perdió las piernas y se desplomó sobre sus espaldas en la mitad del escenario.

Los músicos intentaron seguir. Pero sus notas musicales se disolvieron. La orquesta se silenció ahogada por los gritos del público. Joe Arroyo fue levantado en andas y trasladado hasta el patio de la casa de Eddie Morales. Sudaba como un caballo cochero. Minutos después abrió los ojos alentado por un caldo caliente de pichón de paloma que le extendió otro vecino del barrio Los Pinos.

-Te dio un soponcio mi hermano. Estás muy, pero muy débil, debes cuidarte más. Te estás maltratando demasiado. Vamos a un hospital - le comentó al oído Ricardo “El Pin” Ojeda.

El público aplaudió a rabiar cuando los músicos sacaron a Joe sentado sobre un mecedor de tirantas y lo subieron a un taxi. Dos días después Joe llamó a Checo Acosta y le preguntó por la niña de mirada de hechizo de la Puya Loca.

-Llegó con mi novia Jacqueline Villegas Murcia. La niña se llama Mary Luz Alonso, tiene 17 años, es de Barranquilla - le reportó con profundo respeto El Checo.

Ocho días después la orquesta La Verdad tuvo una presentación en la caseta “Amanecemos Si” del barrio Abajo. Checo tenía la orden de poner un taxi para llevar a las dos niñas en la puerta de la caseta. El público no llegó en masa –como ocho días antes- pero fue una de las noches más brillantes de Joe.

-No dejó de mirarme. Improvisando, dijo que se había desmayado por amor. Hizo una señal a la orquesta y la dejó sonando en una sola nota y comenzó a cantarme. Bajó del escenario, me tomó por las manos y me cantó al oído: “Llueve que llueve, y yo sigo cantando, a una chiquilla, que me está mirando” y me dejó matada. Los asistentes nos rodearon aplaudiendo - Reveló Mary Luz Alonso, quien se fue a vivir con Joe desde esa misma noche.

El amor expulsó al centurión de la noche de las calles por un tiempo. A Joe le cambió la vida. Cuando el fantasma de la destrucción lo llamaba desde un rincón, con su voz gutural y aliento de fetidez, Joe se entregaba al amor. Se convirtió en un galán de traje blanco, poemas en una servilleta y baladas de amor de los setenta. Se entregó silencioso a un mundo de besos cálidos, cabellos perfumados, piel de seda y cuentos de fantasía. Revitalizó su vida desde adentro.


Por otro lado, los muchachos de la orquesta hablaron con Zoila Nieto y anunciaron que se quedaban con “La Verdad”. La orquesta se convirtió en un soporte para la estabilidad emocional de Joe. Para las fiestas de carnaval del año 1984 Joe Arroyo seguía recibiendo golpes por parte de los empresarios del espectáculo. Lo excluyeron de muchas programaciones, pero surgieron contratos de gente que admiraba el enorme talento del cantante.

Argumentando problemas de salud, Joe fue excluido de la programación de la caseta La Saporrita por los días de carnaval;  pero el locutor Ralphy Polo, joven estrella de la radio en esa época, apasionado por las festividades de Barranquilla, le tendió una mano. Se presentó a su casa con el empresario Rafael Charris, propietario del espectacular baile “Lluvia de Locos”, del barrio Las Palmas. Fue contratado como estrella central los días domingo y lunes de carnaval. Allí peleó los aplausos del público con orquestas internacionales como Costa Brava y Bonny Cepeda.

Para el festival de orquestas Barranquilla le tenía preparada otra gran sorpresa al mulato de oro. En el coliseo cubierto Humberto Perea hervía una pasión febril entre 12 mil almas apretujadas en el escenario. Entre todos generaban una temperatura cercana a los 40 grados centígrados. Desde las diez de la mañana, en un ambiente de pasión nunca antes vivido, comenzó a retumbar en todo el norte de Barranquilla un coro que se extendió por todo el día: “Jooeeee Joeee Jooeeee”.

Video cortesía de la Fundación Cultural Musical Paulina Urueta

Promediando las cuatro de la tarde subió al escenario Joe Arroyo, y la orquesta La Verdad. El coliseo estalló en alegría. La delgadez de su cuerpo era inentendible comparada con la energía que le imprimió a su presentación. Barranquilla ya sabía su drama y le abrió los brazos. La ovación del público fue el elixir que lo revitalizó. Entonces Joe Arroyo, envió un mensaje a los barranquilleros. Un mensaje que todos  entendieron; incluyó entre los tres temas que debía presentar “Confundido”, una letra de Mike Char y que había grabado con la banda de Fruko.

Seguidamente interpretó “Abandonaron el campo” y luego “Amanecemos Sí”. Fue una locura total, el público de pie, pidió: “Otra, otra, otra”.


Ralphy Polo, el presentador explicó que no se podía romper las reglas del festival: “Sólo se deben interpretar tres temas. Si canta otra… ¡será descalificado!”, expresó.

Entonces, el pueblo ordenó: “Congo…Congo…Congo”.  Y la orden del pueblo se cumplió.

Allí se inició una hegemonía que le dio a Joe Arroyo 18 Congos de Oro. Era tan inmensa la obra de Joe, que la organización Carnaval de Barranquilla debió crear el Súper Congo de Oro, sólo para galardonar al más grande. De éstos, ganó 4.

El amor logró desterrar por un tiempo el fantasma que lo convertía en el centurión de la noche. Joe Arroyo creció como artista. Su cuerpo recuperó la salud. Semanas después, había aumentado de peso,  volvió a ser el portento que dio identidad propia a los mulatos del mundo. Y creció y creció hasta alcanzar la talla de inmortales de la música en el mundo como Benny Moré, Bob Marley, y otros más.


Sin saber leer las partituras - haciendo el montaje de sus genialidades artísticas con el sonido de su garganta (imitando golpes musicales) -pudo crear su propio ritmo: el Joesón. Para ello unió las expresiones musicales de la cultura costeña como la cumbia, el chandé y el porro, con ritmos tomados de la música del caribe, como la soka,  el calipso, merengue, el reggae, el Konpa y el Dirék. Todo eso, mezclado con ingredientes de música africana.

Joe volvió –en familia- a su secreta afición de jugar con aviones,  carritos y trenes multicolores que compraba en sus giras por el mundo. Se destornillaba de la risa viendo caricaturas por televisión, en especial, el Pájaro Loco o Los Picapiedra. Desempolvó las viejas composiciones que había escrito -a escondidas- cuando aún era la estrella de la orquesta de Fruko. Años después de ganar su primer Congo de Oro, grabó una de sus favoritas: La Rebelión. Después vinieron, la Musa Original, Son Apretao, Echao pa lante, A mi Dios todo le debo, Simula Timula, Teresa vuelve, Te quiero más, Inocente, Tumanye todas musicalizadas con Joeson.


Entraba constantemente al estudio de grabación. De esas jornadas en la ciudad de Medellín, salieron 26 producciones musicales con su orquesta, en las que aplazó constantemente una canción que le daba vueltas en la cabeza y no se atrevía a grabar.

-Cuando nos mudamos a nuestra casa Joe se acostaba en la  alfombra y hablábamos por horas. Me dijo quiero que analices una canción que escribí hace más de diez años. Aquí –en este tema - se reúne todo ese drama que he vivido por las noches. Resume el sentirme impotente ante un fantasma que me atrapa, y sin poder dormir. No sé qué hacer con ella y, ahora que soy un hombre distinto, quiero que me orientes sobre el tema. Se llama El Centurión de la Noche – le confesó a Mary Luz.

-Bueno…cántala a ver mi amor - aceptó ella.  

Joe se puso de pies, sonó las claves con sus manos e invadió la espaciosa sala de su casa con su poderosa voz:

Aurora, soy centurión de la noche
Aurora, mírame a mi sin dormir
No sé qué es lo que duele sin sentir
Pero tengo en el alma mi sufrir
Centurión de la noche me volví
Mírame a mí, sin dormir (x2)

Uy, ay, uy no dormí
Uy, ay, uy no dormí
Uy, ay, uy no dormí
Uy no, uy no dormí…

 

-Es muy triste. Pero, te doy un consejo: enfréntalo. Grábalo y haz el  frente al tema. Servirá para que la gente sepa lo que sufres - recomendó la bella mujer.


Entonces Joe se tomó el mundo. En 26 años realizó 57 giras internacionales. Fue invitado especial a todas las festividades de verano de Europa. Se paseó por las universidades del mundo dando cátedra de su riqueza cultural. Compuso 167 canciones y grabó 49 de ellas con La Verdad.


-Luche por mucho tiempo tratando de quitarle el hábito de salir por las noches, pero entendí que eso iba a ser imposible. Era su espacio, el momento en que se inspiraba. Entonces accedí, lo dejé, pero cuidando que no recayera en ese mundo. Por muchos años se controló, pero finalmente volvió a ese mundo - admitió Mary Luz.

El amor fue durante 26 años el soporte vital de Joe Arroyo. Pero un día ese amor falló: Cayó nuevamente en las fauces del Centurión de la Noche, hasta que desapareció de la tierra, pero Joe ascendió hacia la Inmortalidad…

 

7 comentarios:

  1. Las drogas si no te la llevas a las narices, boca, o inyectas son tan inofensivas como un bebé.

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  2. Dios t bendiga y proteja x excelente reportaje en conmemoración d uno d los grandes exponentes de la música. Como experiencia propia, puedo decir q la vida sana es única y apremiada x Dios y la vida misma..

    Partner del fercho,, tu brother.

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  3. Excelente reportaje grande Joe Arroyo por 100pre un gladiador de nuestra musica colombiana un exponente natural de todos los generos del caribe gracias a Dios me dio la oportunidad de acompañarlo en su orquesta y compartir con toda su banda la verdad felicitaciones.

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  4. 👍 muy bueno los géneros del Caribe son mis favoritos y más Joe arroyo

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