Luis Eduardo Pinto el PolicÃa que más sabe de Simón BolÃvar en Colombia
Entró a la PolicÃa abrumado por la
violencia y encontró en la obra de Simón BolÃvar la razón para engrandecer a la
institución. Es el PolicÃa más condecorado en la historia de Colombia.
Por William Ahumada Maury
Fotos archivo Luis Eduardo Pinto
Cuarenta y seis minutos y
trece segundos después de iniciar su disertación - centrada en la llegada del
general Simón BolÃvar a tierras colombianas y su posterior fallecimiento – el dragoneante Luis Eduardo Pinto Fuentes,
hizo la pausa del final, miró a los delegados que se cocinaban bajo las luces
de la televisión, apiñados en la cámara mortuoria de la quinta de San pedro
Alejandrino, fijó nuevamente su vista en su varita mágica, y se dejó arrullar
por un atronador aplauso.
Los delegados de catorce
paÃses latinoamericanos, invitados especiales del Gobierno español,
diplomáticos europeos y periodistas del mundo, estaban de pie aplaudiendo al
diminuto uniformado que los habÃa cautivado por los profundos conocimientos que
mostró sobre la vida y obra del libertador de las Américas, esa calurosa mañana
del 24 de julio del año 1983.
Después del aplauso, sostenido
por más de 30 segundos, el presidente de Colombia Belisario Betancur Cuartas rompió
el protocolo, atravesó el estrecho
cÃrculo humano que atrapaba al dragoneante Pinto contra una pared y la cama
donde expiró el Libertador - y abrazó con profundo respeto al guÃa histórico de
la quinta de San Pedro Alejandrino.
Foto entrada a la Quinta de San Pedro Alejandrino. CortesÃa es.wikipedia.org |
El presidente Betancur
estaba impresionado.
Antes de la llegada de los
delegados del mundo a la ceremonia, organizada por el Gobierno Colombiano para
conmemorar el Bicentenario del Nacimiento del Libertador Simón BolÃvar, el
mandatario se habÃa reunido en privado con el dragoneante Pinto y ordenó ser muy puntual con el tiempo en su
disertación:
-Esto es muy importante
Pinto. Usted tiene 15 minutos cerrados, o menos, para detallar la llegada del Libertador a
Colombia y su muerte. Esté pendiente a mis señas, cuando yo se lo ordene, se
despide y pasamos a otra parte del programa – advirtió con severidad el
mandatario nacional.
Pinto - designado por la
PolicÃa Nacional como relator y divulgador de la vida y obra del Libertador
Simón BolÃvar en la histórica quinta de San Pedro Alejandrino – sentÃa una
enorme presión sobre sus hombros. Esa ceremonia habÃa sido preparada con diez
meses de anticipación por la Casa de Nariño y los delegados de presidencia lo
habÃan acosado recordándole permanentemente lo estricto del tiempo en que los
presidentes, delegados, diplomáticos europeos, invitados especiales y
periodistas del mundo debÃan recorrer las instalaciones.
Pero ese dÃa las cosas se
complicaron.
Llegaron más de quinientos
visitantes de todo el mundo. Las terrazas, pasillos, prados, jardines y
habitaciones de la Quinta de San Pedro estaban apiñadas de personas vestidas de
estricto saco y corbata. HabÃa un calor infrahumano y las luces de las cámaras
de televisión elevaron la temperatura de los asistentes de manera peligrosa.
Dos carpas de la Cruz Roja atendÃan a ciudadanos que colapsaron abrumados por
la elevada temperatura.
Fachada Quinta de San Pedro Alejandrino. CortesÃa Museo Bolivariano |
-Cuando llegaron a la cámara
mortuoria lógicamente no cabÃa un alma allÃ. La cámara era una olla de presión,
todos se abanicaban y el presidente Belisario Betancur me miraba con la mano
lista para hacer la seña del fin - Recuerda con una sonrisa de satisfacción el
dragoneante Pinto.
Y agrega:
-Yo estaba preparado e hice
lo que toda la vida me nació: relatar con pasión la vida y obra de mi general
BolÃvar, hacer énfasis, vivir con la gente la vida del libertador. Por eso los
detalles, por eso sus palabras las
declamé con sentimiento, por eso investigué lo mÃnimo; porque me nace relatar
esa historia – precisa.
Cuando el dragoneante Pinto
inició su intervención todos guardaron silencio en la quinta. A todos llamó la
atención, que el dragoneante, hacÃa permanentes pausas en su discurso, levantaba
su varita mágica, la miraba con curioso detalle y proseguÃa con su disertación.
Vestido con el impecable
vestido policial número tres, pantalón verde, camisa manga larga caqui,
guerrera, zapatos lustrados y corbata negra bien ceñida al cuello, el cabello
impecablemente organizado Pinto –de 45 años en ese entonces- estaba lleno de
confianza y atrapó con su dicción perfecta y ceremonial – con ligero acento
español – con lujo de detalles y seguridad a los presidentes y delegados
hacinados en la recamara donde murió BolÃvar. En las pausas para respirar el
dragoneante Pinto miraba con detenimiento su inseparable varita mágica, como
buscando detalles de sus discursos.
Cerraba los ojos y seguÃa
extrayendo de su cerebro datos, fechas, descripciones, situaciones, relatos y
vivencias del Libertador Simón BolÃvar en tierras colombianas.
-Yo miraba de reojo al
presidente Betancur pero él me hacÃa señas con sus manos blancas y delicadas:
“siga…siga”. Pasaron los minutos y ya llevaba media hora de disertación, y él
me decÃa “siga…siga”. Todos estaban callados en el recinto. Recuerdo que cuando
hablaba de la importancia que siempre le dio el general Simón BolÃvar a su
hamaca, miré al presidente decidido a saltar a la última etapa, pero noté que
estaba extasiado escuchándome y me hizo seguir. Cuando terminé todos
aplaudieron a rabiar. Sorprendido, sentà ganas de llorar – asegura.
Foto ex-presidente Belisario Betancur. CortesÃa extra.com.co |
Después de los aplausos
llegaron los abrazos de los presidentes y sus delegados. Uno de los más
impresionados fue el presidente de Venezuela Luis Herrera Campins, un hombre
corpulento, de copiosa cabellera plateada, que esa mañana se estaba asando
dentro de un traje gris de saco y corbata que ajustaba a su abdomen para
disimular una obesidad prominente.
-Felicitaciones señor Pinto.
Gran disertación ¿Pero dÃgame, que significa ese señalador para usted? Veo que
siempre que va a hablar de un detalle mira la varita mágica - preguntó el
mandatario intrigado por la importancia de una varita de 82 centÃmetros, bien
pulida y barnizada que el dragoneante Pinto nunca soltaba.
-Señor presidente, mis
respetos, este señalador es un simbolismo, Es un instrumento que llevo siempre
para hacer pausas, es una guÃa que me permite pensar - respondió Pinto con
profunda humildad.
-¡Ahhh es que pensé que era
una varita mágica! ¿Será que esa varita sabe cuándo nació este servidor?
Muchos de los concurrentes
estallaron en risas ante la pregunta del presidente de Venezuela. Pinto
conservó la seriedad, miró con detenimiento la varita mágica y respondió con su
acostumbrada dicción pausada de locutor de iglesia:
-Su excelencia, el presidente
de Venezuela Luis Ernesto Herrera Campins, nació en Acarigua, estado de
Portuguesa, Venezuela, un 4 de mayo de 1925, es abogado, periodista y… - la respuesta de Pinto fue interrumpida por
otra salva de aplausos.
Esa misma tarde, ya en medio
de un brindis en un inmenso salón, en un hotel cercano a la bahÃa, el general
Alberto Matamoros D´Costa, entonces ministro de la defensa, invitó a Luis
Eduardo Pinto a un lado del salón y lo felicitó en presencia del presidente
Belisario Betancur:
-Usted, Pinto, es un ejemplo
para nuestros jóvenes. Señor presidente, a este hombre hay que premiarlo.
Pinto, prepare maletas usted y su familia van de viaje al lugar que usted
escoja. DÃgame, ¿qué lugar del mundo desea conocer?-
Luis Eduardo Pinto se sintió
muy honrado. Sonrió nervioso y dudó antes de responder:
-A Venezuela mi general. ¡Quiero
conocer Venezuela!-
El general Matamoros sonrió.
Lo miró intrigado y repreguntó:
-Pinto, Pinto, Pinto, piense
en otro sitio. ImagÃnese Grecia, Italia, España, las Islas Canarias, intentó
convencer el general, gesticulando con sus manos mientras miraba una lámpara
del techo -
-Mi general agradezco su muy
generosa oferta. Pero me decido por Venezuela. Quiero investigar a fondo la vida
de mi general Simón BolÃvar - respondió Pinto tajantemente.
Veinte dÃas después el
dragoneante Luis Eduardo Pinto era uno de los delegados diplomáticos de
Colombia ante el gobierno Venezolano. Allà se sumergió en lo más profundo de la
fascinante historia de vida del libertador Simón BolÃvar, sus guerras, sus
amantes, sus hábitos más desconocidos.
Un dÃa cualquiera, mientras ordenaba su oficina en la Quinta de San Pedro Alejandrino, lo sorprende un mensajero que le entrega una encomienda:
-Era una caja grande de
cartón. Alguien anónimo me envió un señalador (varita mágica) de la madera
original que crece en el Museo Nacional de Caracas. La persona que la envÃa me
agradece el interés por conocer la vida del Libertador y me confirma lo
siguiente en una carta adjunta: “Usted dijo en su disertación en Santa Marta que
el sarcófago que contenÃa los restos de BolÃvar median exactamente 1.74
centÃmetros de largo. Yo lo medà –acá en Venezuela - y confirmé esa
información. Por eso, para premiar su dedicación, le envÃo este señalador de lujo, con mango de
aleación de plata y punta de bronce”. Ese detalle me llena de emoción – indica.
Luis Eduardo Pinto nunca
supo si el vistoso señalador fue enviado por el mismÃsimo presidente Luis
Herrera Campins. Lo conserva aún, más de cuatro décadas después.
Pero este hombre pequeño,
elegante, jovial y de finos modales, no habÃa ingresado a la PolicÃa para ser
el valioso uniformado con más conocimientos sobre la vida del libertador Simón
BolÃvar en Colombia. Pinto, en realidad, habÃa entrado a la PolicÃa Nacional siguiendo
un oscuro sentimiento de venganza, destrucción y muerte.
Su corazón habÃa sido
destrozado por el incomprensible de la violencia cuando apenas pasaba los nueve
años de edad. Una horda de bandoleros – conocidos en Colombia como la chusma - se
tomó en asalto la finca Santa Helena, un predio enclavado en las orillas del
rio Cusiana, en los llanos orientales, que recién habÃan adquirido sus padres. Esteban
Pinto y Melissa Fuentes, varios hermanos, primos y empleados de la hacienda
fueron masacrados a machete.
-Los conocÃan como la
chusma. Con la muerte de Jorge Eliecer Gaitán enloquecieron y vivÃan del
pillaje a las fincas. Mataron a mis padres, a mis hermanos y primos. Mataron
hasta los perros, me salve porque me escondà detrás de unas materas. Se
llevaron hasta los caballos, eso me dejo marcada el alma. Por eso, tan pronto
cumplà la edad ingresé a la PolicÃa, que para ese tiempo era municipal. Me
aceptaron e ingresé a la escuela Gonzalo Jiménez de Quesada el primero de
septiembre de 1959 – recuerda.
-Pinto ¿usted para que
ingresó a la PolicÃa? ¿Está seguro que llega aquà por vocación? ¿DÃgame que
quiere ser cuando salga como PolicÃa? A ver lo escucho señor dragoneante –
El coronel tenÃa en sus manos
la hoja de vida de Luis Eduardo Pinto Fuentes y confirmó que ese alumno habÃa
sido vÃctima de la cruel violencia. SabÃa que podrÃa intentar utilizar el
uniforme policial con fines personales. Pinto tomó aire y respondió:
-Mi coronel no se mentir.
Cierto yo soy vÃctima de la violencia, pero quiero ser una persona renovada por
una Colombia renovada. Quiero servir a mi Patria mi coronel – respondió con
firmeza ceremonial.
El coronel guardó silencio
con una preocupación marcada en su frente. Pero lo dejó salir y no ordenó su
desvinculación. Pinto sintió que lo estaban vigilando. DÃas después, tuvo
salida a casa y fue sorprendido por una inundación que lo dejó sin sus bienes
personales más valiosos. Entre las pertenencias que se llevó la creciente
estaba un libro que recién habÃa comenzado a redactar a lápiz, en hojas de un
cuaderno escolar. Lo habÃa titulado AX x 9.
Pregunto: ¿Por qué ese
nombre Luis Eduardo, AX x 9?
-Estaba cegado por la sed de
venganza y posiblemente estaba planeando ejecutarla vestido como PolicÃa. Mi
libro lo iba a titular AXx9: A, significaba el valor de la vida humana, la X es
el mal de la violencia del hombre por el hombre, x signo de multiplicación y, 9
mis padres, hermanos, primos y tÃos asesinados por los bandoleros en ese
horrible asalto a nuestra propiedad. Fueron nueve familiares amados que perdà – responde y guarda profundo silencio.
El llamado de su superior y
la señal de Divina - al hacer desaparecer en la inundación el libro que guiarÃa
su proyecto de venganza - disiparon en el corazón de Pinto los deseos de cobrar
sangre con más sangre.
Ya como dragoneante de la
PolicÃa fue designado corregidor en Dibuya, la Guajira. De allà su jefe
inmediato, el capitán Luis Carlos Prada Blanco, lo encarga como cartógrafo
del departamento de PolicÃa del
Magdalena, a donde llegó el 5 de febrero de 1958, para sembrar por siempre allÃ
su corazón.
La llegada del dragoneante
Luis Eduardo Pinto a la quinta de San Pedro Alejandrino se dio por un llamado
de la academia de historia del Magdalena. Se somete a una prueba de 83
preguntas y es designado “GuÃa histórico, relator y divulgador de la vida y
obra del Libertador Simón BolÃvar”:
-Admito con infinita
humildad que no sabÃa mucho de la vida y obra de BolÃvar cuando llegué a Santa
Marta. Mi sentido de responsabilidad por el trabajo me motivó mucho a leer.
Para atender visitantes, que son personas interesadas en aprender, yo debo
saber algo. Por eso me empeciné en leer, leer y leer. En mi casa tengo cuatrocientos
veinte libros de BolÃvar que he comprado en mis viajes por el mundo. La mayorÃa
los he leÃdo más de una vez. Y siento que no se mucho de la inmensa vida y obra
de nuestro libertador – asegura.
Y le pregunto:
¿En qué momento se entera
usted que esto es lo suyo?
-Desde el mismo momento en
que me dieron ese cargo y comencé a leer la vida de mi general. Es fascinante
investigar a BolÃvar, cada vez sientes más ganas de entender su pensamiento -
asegura.
Desde entonces el dragoneante
Pinto se dejó poseer por el espÃritu aventurero del Libertador Simón José
Antonio de la SantÃsima Trinidad BolÃvar Palacios Blanco Sojo y Villegas. Y
llegó a conocer tanto que obnubila a quien lo escucha.
¿En números francos, cuáles
son los tres soportes más admirables del Libertador?
-La guerra, el amor y la
correspondencia- responde sin pensar.
Nuevamente levanta
delicadamente la varita mágica con las dos manos, cierra sus ojos, como
haciendo un esfuerzo para leer letra menuda y habla con la precisión de un
ingeniero electrónico:
- En la guerra, se documentó que BolÃvar será
por mucho tiempo el guerrero más eficaz conocido, puesto que venció en 37
batallas y 472 combates a lo largo de
seis millones de kilómetros cuadrados, lo que equivale a darle a pie tres veces
la vuelta al globo terráqueo. O lo que es lo mismo 128 mil kilómetros lineales.
En cuanto a la correspondencia mi General Simón BolÃvar dictó –desde cualquier
sitio en donde se hallase – 5.543 cartas y proclamas conocidas y en el amor se
conoce que tuvo una esposa, 4 amantes y 42 novias, aunque no dejó hijos conocidos
– asegura
Una nutrida delegación de
estudiantes universitarios antioqueños, vistiendo pantalones desteñidos,
camisetas de colorines y con mochilas colgadas a los hombros ingresa ruidosa
por los pasillos. El dragoneante Pinto se esmera por atenderlos, los hace
caminar sobre el piso de ladrillos rojos de la quinta. Todos guardan silencio
mientras escuchan hablar al hombre que más sabe sobre la vida de Simón BolÃvar
en Colombia y lo aplauden al
terminar.
Uno de los jovencitos,
tratando de conocer la importancia de la varita mágica en la que Pinto parece
consultar sus dudas, pregunta con su voz en proceso de maduración:
-Vea pues, como sabe esa varita
¿Será que esa varita sabe cuándo fundaron Medallo? –
El término callejero que
simplifica entre la juventud el nombre de la ciudad de MedellÃn no agrado al guÃa
histórico de la Quinta de San Pedro Alejandrino. Congeló al joven con una
mirada severa, levantó su varita y leyó desde adentro la respuesta:
-En la historia está que la
ciudad de MedellÃn tiene dos fechas conmemorativas sobre su origen. Una dice
que la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de MedellÃn fue fundada el 2 de
noviembre de 1675, la otra dice….-
Pero Pinto no pudo terminar
su respuesta. Los estudiantes reprendieron al impertinente compañero y
siguieron escuchando a Pinto, como hipnotizados.
En el pecho de este humilde
bogotano de corazón samario ya no cabe una exaltación más; ha sido reconocido
con la Gran Cruz de Bastidas, la medalla de los Servicios en la PolicÃa
Nacional, la Medalla del Servicio del Ejercito de Venezuela, con la réplica de
la espada del Libertador entregada por el entonces presidente Hugo Chaves FrÃas,
la Gran Cruz al Mérito Policial entregada por el presidente Andrés Pastrana
Arango, exaltaciones y condecoraciones de universidades y decenas de diplomas
honorÃficos.
La PolicÃa Nacional creó en
su nombre la exaltación “Medalla de la Protección y servicios Especiales cabo
segundo Luis Eduardo Pinto Fuentes”, para honrar –en su nombre- a ministros,
cientÃficos, educadores, diplomáticos, por sus logros.
¿Por qué nunca ascendió si pudo haberlo hecho
con su prestigio y pensionarse con el sueldo más alto?
Por primera vez no levanta
su varita mágica. Me ausculta con su mirada y dice:
-Nunca me interesó el sueldo
de mis compañeros. Quiero que la ciudadanÃa, los estudiantes, los amantes de la
vida de BolÃvar me recuerden como el dragoneante Luis Eduardo Pinto. Si por mÃ
fuera estuviera todavÃa en la PolicÃa Nacional con ese mismo grado, permanecÃ
al servicio de la gente por 48 años, 4 meses, 14 dÃas y 16 horas y quiero que
me recuerden siempre como el dragoneante Pinto…-
Se levanta, organiza su cabello plateado con las manos y sonrÃe como un abuelo complaciente a un curso de ruidosos niños que llegan a interrogarlo sobre la vida de BolÃvar…
A mi corta edad, siendo el mas joven del segundo semestre de Comunicación Social y Periodista, en la Universidad Autónoma del Caribe, agrupados en un salón con más de 80 estudiantes, siempre supe que todos mis compañeros serian magos de la palabra como suelen decirle a los costeños en Bogotá, Ah... perdón, excepto aquella niña que estaba repitiendo segundo por cuarta vez. William Felicitaciones.
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