La Corte Suprema de Brasil aprobó
la extradición a Colombia de Jaime Saade, quien ha estado prófugo de la
justicia por más de 27 años, escondido en ese país bajo una identidad falsa, para que
cumpla su condena en Colombia.
El equipo legal de Mestre logra
esta victoria hoy, luego que en primera
instancia la corte brasileña denegara su extradición en una decisión dividida, revirtiendo el primer fallo al considerar y
argumentar en el cuerpo de la sentencia que “Nancy Maestre no es una víctima
colombiana sino una víctima universal”. Además se argumentó que un delito como
éste, considerado feminicidio, no puede prescribir.
A continuación la crónica que hizo
sobre este caso el periodista William
Ahumada.
Una
pelea en Internet dio la clave para ubicar y capturar a Jaime Saade Cormane
*La historia de un
padre de familia que durante 26 años, rastreó al asesino de su hija por todo el
mundo, hasta lograr su captura
Por William Ahumada Maury
Fotografías Martín Mestre
El miércoles 23 de octubre del 2019, en un espacioso recinto de
reuniones de la Interpol, en Buenos Aires, Argentina, imbuidos en un ambiente de enormes cortinas crema,
lámparas colgantes de labrado en
cristales europeos y el humo denso de tabacos cubanos, quedó echada la suerte del prófugo homicida colombiano
Jaime Saade Cormane.
Se cumplía el tercer día de reuniones con delegados de la
Interpol de doce países de América Latina, Europa y Estados Unidos, para
elaborar 21 carpetas con los perfiles de los delincuentes más peligrosos de
Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú,
España, Suiza y la unión americana.
La Interpol había programado una cumbre extensa y con objetivos
de alto peso. La meta era atraparlos a todos en un plazo de seis meses. Entre
el 21 y el 25 de octubre decenas de policías de todo el mundo, con sus cabellos
rigurosamente ordenados, chalecos ajustados de tonos grises, gafas oscuras y
hablar sombrío, se arremolinaban en la sede con expedientes de sus
investigaciones más ambiciosas bajo sus brazos. Todos esperando audiencias con
los jefes de Interpol para exponer sus trabajos.
Ese miércoles –promediando las once de la mañana- los oficiales de la Policía colombiana Carlos
Currea Barrera y Jorge Eduardo Serna - expusieron por cincuenta y cinco minutos detalles escabrosos del crimen de la
joven Nancy Mariana Mestre Vargas, ocurrido el primero de enero de 1994, de
manos del empresario Jaime Saade
Cormane.
Utilizando video proyectores, documentación científica obtenida durante la investigación judicial y
criminalística, fotografías y audios de seguimientos bajo cubierta, mensajes
cifrados que circularon en Internet, llenaron de razones a la Interpol para que
el nombre del prófugo Jaime Saade Cormane, fuera escrito dentro de los objetivos
de más alto valor en la operación EL PAcCTO.
Los investigadores fueron audaces para dejar claro que no se
trataba “de un homicidio por razones pasionales” como lo habían hecho saber influyentes
versiones ajenas a esa reunión.
No fue fácil convencer a los directores mundiales de la
Interpol. La operación El PAcCTO sólo seleccionó 21 casos. En esa cumbre se
analizaron al menos 150 investigaciones de delitos ejecutados contra menores de
edad, tráfico de drogas, homicidios y delitos sexuales.
La operación El PAcCTO –Programa de Asistencia Contra el Crimen
Trasnacional Organizado- ya tenía una indagación previa de la Policía Nacional de Colombia y el apoyo incondicional
de un padre de familia que en Barranquilla no halló la paz desde el día del asesinato
de su hija.
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Ciertamente, al norte de Barranquilla, en una oficina sitiada
por promontorios de revistas, rollos amontonados de planos y maquetas por
entregar, el arquitecto Martín Eduardo
Mestre Yúnez -atrapado bajo un chorro de luz blanca que se desprendía del
techo- analizaba por enésima vez el dibujo número 38, de su idea del proceso de
envejecimiento del asesino de su hija, Jaime Saade Cormane, cuando lo
sorprendió el timbre de su teléfono fijo.
Mestre, había dedicado los últimos 26 años de su vida a realizar
su propia investigación y siguió por
todo el mundo el rastro de Saade, atrapado en una obsesión de justicia que lo
llevó incluso a renunciar a los más importantes acontecimientos sociales y personales de su
vida. Mestre daba los últimos toques al dibujo
del Saade que imaginaba entre 60 y 65 años de edad cuando el timbre de su
teléfono lo sacó de concentración. El arquitecto dejó sobre el escritorio su
lápiz color amarillo y caminó – refunfuñando “¿quién sería a esta hora?”-
Era el coronel Carlos Currea Barrera, director nacional de la
Interpol.
-Cuente mi coronel. Buenas tardes. Estoy ansioso a la espera de
buenas noticias- contestó emocionado Mestre.
-Saludos señor Martín, hay un avance importantísimo en la
investigación. El caso suyo fue expuesto en una cumbre de la Interpol en Buenos
Aires, Argentina. Y le comento, los días de Saade como prófugo están contados.
Desde hoy ese individuo hace parte de una lista de 21 asesinos que serán
rastreados por Interpol a nivel mundial. ¡Vamos por él señor Martín. La captura
de este hombre es cuestión de días! – le dijo emocionado el oficial recién
llegado al aeropuerto El Dorado de Bogotá.
El arquitecto se dejó caer extenuado sobre la silla giratoria de
su escritorio. Después de cerrar la comunicación Mestre se dirigió a un rincón
de su oficina, se arrodilló lentamente y oró durante varios minutos, con el
rostro compungido en un esfuerzo íntimo para comunicarse con Dios.
El arquitecto Martín Mestre, un hombre reconocido en
Barranquilla por el brillo afable de su sonrisa permanente, un dinamismo
inagotable y una extraordinaria capacidad para hacer amigos, no olvida los
detalles de las primeras horas de la madrugada de ese primero de enero de 1994,
cuando la muerte se llevó el gran amor de su vida: su hija Nancy Mariana.
Cuenta Martín que el nombre de Jaime Saade Cormane había estado
mencionándose en su hogar desde un mes atrás. Su esposa, Nancy Esther Vargas
Jaraba le había comentado durante el almuerzo del 30 de diciembre que, Nancy Mariana
con 18 años recién cumplidos, había anticipado que un amigo pasaría por ella
“después de pitos”.
-Van a casa de la familia Malkun donde harán un brindis y luego un
asado para esperar el año nuevo. La niña se ganó ese permiso mijo- remató
confiada la esposa del arquitecto.
Martín Mestre, parece anticiparse a la pregunta de la persona
que lo interroga:
-¿Cómo te puedo describir a mi hija? Nancy Mariana era la reina
de la casa, una niña ordenada, cuidadosa, que reía estruendosamente, obediente
y aplicada en los estudios. Había obtenido muy buenas notas en sus estudios en
el Marymount por ello se había ganado el permiso para salir con sus amigos -
describió Mestre.
-Por eso, no dudé en aceptar que el señor Saade llegara a mi
casa a pedir oficialmente permiso para salir a pasear. De ese muchacho, a la
fecha, no teníamos quejas. Era un joven que sobresalía entre los demás chicos y
no encontramos razones para negar el permiso -
Tras su primer relato, el arquitecto se desvanece bajo el peso
abrumador de una andanada de recuerdos, que lo aplasta, y lo deja sin palabras
por varios segundos.
-El tipo que llegó a
arrebatarme a mi hija era un hombre apuesto, trigueño, alto, bien vestido y
perfumado. Nunca dejó de sonreír galantemente, mostró buenas maneras al presentarse. Dijo que
iba a presentar a la niña con sus padres. Debía tener más de treinta años pero
nos convenció que no pasaba de 21. Su nombre era conocido entre el círculo de
amigas de Nancy Mariana y eso nos dio confianza para dejarla salir. Eso sí, les
advertí que el permiso era hasta las 3 de la mañana. Recuerdo que –al verlos
salir a la terraza de mi casa- le recomendé a Saade “Por favor cuídamela” y les
hice la señal de la Bendición – rememora.
La pareja abordó una camioneta Chevrolet 1.500, modelo 93, de
colores blanco marfil y negro, de placas EUM 643. Al timón, los esperaba uno de
los mejores amigos de Jaime Saade, un joven identificado en la investigación
como Víctor Tuirán Quintero, quien escuchaba música rock a alto volumen.
Mestre, quien para la época rondaba los 51 años de edad, se fue
a la cama con su esposa. Hablaron varios minutos con los rostros hundidos entre
las almohadas, antes de sucumbir bajo el
denso sedante de un sueño apacible, arrullados por el rumor lejano de pitos,
totes, voladores, y la música promesera de año nuevo. Afuera, el barrio El
Poblado estaba vestido de colores y arropado por el abrazo, perfumado y acogedor
del whisky importado.
Repentinamente Martín despertó sobresaltado. Sentía que una
fuerza desconocida le apretaba el cuello. Le faltaba el aire, saltó de la cama lanzando
golpes, con las manos crispadas al frente.
-¡Mija la niña! Gritó horrorizado el arquitecto. Miró el reloj:
eran las 5:45 de la mañana. ¡No ha
llegado la niña!... ¿Ya tú la recibiste? – preguntó a su mujer un Martín Mestre
exaltado.
Mestre entró apresurado a la habitación de su hija y sintió caer
en un abismo al hallar la cama vacía. En La habitación contigua, su hijo mayor
Martín Jr. dormía profundamente bajo los efectos de un sedante recomendado por
un médico que le trataba una seria lesión de rodilla.
El arquitecto se cambió a prisa y abordó su vehículo y salió
disparado a casa de un amigo de Nancy:
-El joven me dijo que Nancy y Jaime habían ido a la discoteca
Baja Beach, ubicada a un lado de la autopista al mar. Llegué allí y había
muchos jóvenes en la puerta. El sobrecupo era impresionante. Reconocí a un compañero de colegio de Nancy él
me dijo que la pareja había ido a visitar a un amigo y de regreso irían a la
casa de Jaime, en el sector de la calle 89 con la carrera 49C. Al llegar allí
vi la camioneta de él estacionada en la puerta. La madre de Jaime –Emilia
Cormane de Saade- estaba lavando la terraza con desinfectante y se puso
nerviosa al verme llegar. Decía frases atropelladas, recuerda Martín Mestre,
antes que sus palabras fueran bloqueadas por el nudo asfixiante del dolor.
Después de sorber un café el arquitecto prosigue:
-Aproveché un descuido de la señora Emilia y entré al
apartamento de Jaime. Estaba lleno de sangre por todos lados. ¿Qué pasó aquí? ¿Dónde
está mi hija? pregunté angustiado a la señora. Ella me dijo que Nancy estaba en
la clínica del Caribe porque había “tenido un pequeño accidente”- precisa el
arquitecto, quien agregó, que pesar que vio la camioneta de Saade estacionada frente
al apartamento, no vio al joven por ningún lado.
El atribulado padre llegó a la clínica del Caribe. Allí, frente
a emergencias estaba Alberto Saade –el padre de Jaime- quien le informó que
Nancy – estando con Jaime- se disparó a la cabeza, “en un repentino e
incomprensible intento de suicidio”.
Martín Mestre obtuvo permiso para ver a su hija minutos antes
que la ingresaran al quirófano.
-Tiene una herida de bala en la sien derecha, con salida por el
espacio fronto-parietal del lado izquierdo. Está grave doctor, lo siento- le
respondió un médico al que Mestre interrogó.
-A mi hija la estaban aseando para la cirugía. Estaba desnuda,
con los ojitos cerrados. Varios empleados de la clínica, hablando a la vez
–pero sin enredarse- estaban a su
alrededor se movían de manera sincronizada y rápida pero sin tropezarse. Los
funcionarios de urgencias habían preparado el quirófano y estaban a la espera
que el neurocirujano Jaime Rubio Segura terminara con los protocolos para
iniciar la cirugía – recordó
-Cuando vi llegar al doctor Rubio Segura, ajustándose los
guantes quirúrgicos lo detuve suavemente. Casi me arrodillo para pedirle que
salvara a mi hija. Le propuse: yo soy amigo del doctor Humberto Caiafa Rivas y
del médico neurocirujano Salvador Nazzar Caballero ¿Si usted quiere los llamo
para que estén con usted? El doctor Rubio Segura me miró intrigado y me dijo
“No se preocupe. Aquí hacemos lo posible por salvarla. Vaya y haga muchas
oraciones que vamos a necesitar de Dios” Enseguida me dio la espalda y se metió
a la sala de cirugía, con los brazos abiertos mientras una asistente la
ajustaba la bata por la espalda, mientras él caminaba -
El arquitecto dice que lo invadió un gran sentimiento de
soledad. Al salir a la puerta de urgencias, ya Alberto Saade –el padre de
Jaime- se había marchado. Jaime Saade, el joven adulador que horas antes había
ido a pedir permiso para salir con Nancy, no apareció por ningún lado. ¡Más
nunca dio la cara! Nancy, su esposa, llegó dando gritos a bordo de un taxi. Los
dos se fundieron en un abrazo que pudo haber durado toda la mañana.
Seis horas después terminó la cirugía y el médico salió a hablar
a los padres de Nancy Mariana. Dijo que habían hecho la obra que corresponde al
hombre. “El resto es obra de Dios. Tenga fe que la niña se va a recuperar” le
dijo y lo abrazó tiernamente. Iniciaron esos días en los que las personas
pierden el carácter jovial y pensante de los seres vivientes y se convierten en zombis, que reacción
tardíamente a las preguntas. Olvidan que deben alimentarse para vivir y suelen
tener a Dios como único referente de sus cosas. La prensa nacional se unió
alrededor del dolor de los Mestre- Vargas.
La sección de urgencias de la clínica se había convertido en un
hervidero en el que confluían al tiempo policías, periodistas, curiosos, familiares
de los esposos Mestre, abogados, fiscales y barranquilleros atrapados por la
indignación.
-Todos llegaban bajo un árbol que Nancy y yo escogimos para pernoctar
y estar pendientes de la salud de mi hija. Preguntaban ¿Qué saben de Jaime
Saade? ¿Se presentó ante la justicia? ¿Usted como padre de familia lo va a
perdonar? - recordó.
La noticia comenzó a ocupar la atención de los medios de prensa
más importantes de la ciudad y el país. La familia Saade, de reconocida historia
como empresarios y ganaderos de la Costa Atlántica, se apartó de la escena. No
manifestaron su interés por la suerte de la joven herida y desatendieron ante
las autoridades mismas la responsabilidad de Jaime en los delicados hechos.
Martín Mestre, su señora, y el círculo cercano de su familia se
convirtieron –sin pretenderlo- en parte de un paisaje silencioso y sombrío
frente a la sede de urgencias de la Clínica del Caribe. Funcionarios de la
clínica salían cada doce horas a entregar un reporte. Todos terminaban –rodeados
por los periodistas- con el clamor: “rogamos al Señor por su pronta
recuperación”.
El nueve de enero, poco antes del mediodía salió un médico con
el tapabocas azul cielo recogido bajo la mandíbula y el rostro maltratado por
el insomnio y el agotamiento. Leyó el comunicado final: Nancy Mariana, acababa
de morir. Todos afuera de la clínica se fundieron en un solo llanto.
Los esposos Mestre dicen que el comunicado debía reseñar que el
asesino había arrastrado a la muerte también a sus padres. Entonces el destino
los empujó –sin previo aviso- a un mundo sórdido y sin sentido, que los
obligaba a vivir sin la risa estruendosa de su hija en la gigantesca casa que
habitaban.
Dos días después del sepelio el mundo de Martín y su esposa
Nancy, se redujo al encierro en su casa y en la búsqueda ansiosa de medicamentos para dormir. Una tarde, al final
de una oración por el alma de Nancy Mariana, Martín juró frente a su esposa que
lucharía hasta lo último por lograr la captura del responsable: “Sea quien
sea”.
Martín Mestre Jr., el hermano de Nancy Mariana, se mudó por unos
días a la casa del entrenador del Junior de Barranquilla Julio Avelino
Comesaña, para pasar con los hijos del estratega uruguayo –sus grandes amigos- el
trago amargo de la irremediable pérdida.
-Nuestros amigos llegaban a casa, silenciosos y respetuosos a
presentarnos condolencias. Uno de ellos me recordó -mientras tomábamos café-
que yo debía seguir un curso que habíamos iniciado como oficiales profesionales de las reservas en la Armada Nacional. Allí
había muchos hombres decididos que dedicaban tiempo y esfuerzos para servir a
nuestras fuerzas militares. Lo escuché y regresé decidido a mi curso. Meses
después al finalizar solicité a mi coronel Vargas permiso para adelantar un
curso de inteligencia y lo reforcé con otro de contra-inteligencia. Entonces
entendí que estaba listo para apoyar, con mi esfuerzo, a los investigadores que buscaban al asesino
de mi hija. ¡Aquí todo cambió! ¡Llegué a convertirme en capitán de navío de la
Armada Nacional de Colombia!- Remata Mestre.
Con el paso de los días las investigaciones comprometieron más a
Jaime Saade en el caso. El silencio de la familia de Saade complicó al joven
empresario. Cambió el sentido de las indagaciones, la fiscalía dejó de
investigar un presunto suicidio y comenzó a indagar un homicidio, en este caso:
-El Fiscal investigador Luis Felipe Colmenares Russo, me dijo
que tenía pruebas que mi hija no se había suicidado como lo habían anticipado
los Saade. Nancy Mariana era diestra y
tenía el “tatuaje” de pólvora (rastro que queda en la piel en alguien que
dispara un arma de fuego) en la mano izquierda,
y lo tenía más acentuado entre los dedos, de esa mano. Alguien que es
derecho no se va a disparar a la sien derecha con la mano izquierda. Ella tiene
ese tatuaje porque antepuso su mano izquierda frente al cañón del arma con la
que alguien la amenazaba. El día de los hechos el arma –un revólver Llama
Escorpio - fue hallada envuelto en una bermuda ensangrentada, debajo de la cama de Jaime Saade - detalló el arquitecto.
Los periodistas comenzaron a acompañar a diario a los
investigadores. Poco después surgieron evidencias que la joven había sido
violada –presumiblemente por más de una persona- y se reseñaron resultados de
laboratorio clínico que indicaron que Nancy había sido drogada. Hallaron muestras
de cocaína en la orina y algunas pistas apuntaban a que la droga había sido
suministrada vía oral. Frente a todos estos hallazgos en la investigación,
nunca hubo objeciones por parte de la familia del joven investigado Jaime Saade
Cormane.
La única reacción atribuida a Jaime Saade Cormane se dio después
de catorce meses de la muerte de Nancy.
-Llegó al despacho del Juez investigador una carta
–aparentemente escrita por Saade- en la que se disculpaba y solicitaba
garantías para entregarse. Dijo que él no había asesinado a Nancy Mariana y
-que en estos hechos- estaba vinculado un joven, hijo de una prestante familia
de Barranquilla. Nunca se supo si él escribió esta carta- dijo un detective de
la Fiscalía.
A los largo del proceso dos abogados de prestigio asumieron la
defensa de Jaime Saade, y poco después renunciaron. Al final, quedó como
abogado defensor Orlando Redondo Guzmán, quien se afianzó en la tesis de la
inocencia de Saade e intentó probar que en la escena del crimen tomó parte un
joven, hijo de una poderosa familia barranquillera, que estaría siendo ignorado
en la investigación.
La justicia no conoció otras intenciones de Jaime Saade
para presentarse, a exponer su versión
de los hechos criminosos. A finales de marzo de 1995 la Fiscal Segunda de la
Unidad de Vida, Carmen Marina Collante, llamó a juicio a Jaime Saade. El 5 de
julio de 1996 el Juez Once Penal del Circuito de Barranquilla –José Faustino
Pareja Yee - condenó a 27 años de prisión a Jaime Saade Cormane, por el
asesinato y asalto sexual en el que resultó victima Nancy Marian Mestre Vargas.
La contundente condena llenó de solaz a la familia Mestre
Vargas, a sus allegados y amigos, pero también sumergió la investigación en una
especie de letargo y enclaustramiento. El tiempo comenzó a aplastar los bríos
iniciales del equipo de rastreadores. Las huellas de Jaime Saade, comenzaron a
perderse en los laberintos del tiempo. Esto no dejaba dormir al padre de Nancy
Mariana.
Entonces el arquitecto se convirtió en un visitante asiduo de
las oficinas de los investigadores, tanto en la Interpol, como de la sede de
inteligencia del antiguo departamento Administrativo de Seguridad –DAS-.
-Me mantenía en contacto con los detectives. Los llamaba,
almorzaba con ellos. Entregaba los dibujos de mi apreciación del proceso de
envejecimiento de Saade. Cuando desapareció el DAS y la Interpol asumió los
procesos internacionales viaje a Bogotá y me entreviste con el director
Nacional de La Interpol. Los investigadores conocían mis ansias por ver llegar
la justicia al caso de mi hija. A diario me las ingeniaba para hacer algo nuevo
para la investigación - recalca.
Mestre se había disciplinado y dedicó religiosamente por lo
menos cinco –o más- horas hábiles del día a buscar al asesino de su hija. Estuvo
por horas caminando los clubes sociales que frecuentaba Saade. Mimetizado entre los estudiantes
visitó las universidades donde el joven tenía a sus mejores amigos. Como
vendedor ambulante llegó a casa de algunos familiares del sospechoso y supo que
éste anduvo recogiendo dinero horas después del crimen. Muchas veces lo derribó
el cansancio en algún parque, pero, con la camisa pegada a la piel por el
sudor, repartía sentado las fotos de Saade.
-Me enteré que varios primos sacaron de dos bancos veinticinco
millones de pesos y se los enviaron para financiar la salida de la ciudad. Pero
ahí se perdían todas las pistas-
admitió.
-Hice copias de la foto que obtuve y comencé a mostrarla a los
transeúntes, subía a los buses a repartirlas, le hablaba a los barranquilleros
en las esquinas. Cuando decían “no lo hemos visto” sentía ser aplastado por un
camión. Pegué la imagen del tipo en paraderos, avenidas, puertas de cines,
estadios, y en los barrios frecuentados por Saade. Comenzaron a pasar las
semanas, los meses y los años. Los investigadores hacían su trabajo, pero eran
comisionados en otros crímenes y los expedientes de Nancy se ubicaban en el
rincón de los casos “pendiente”. Me
horrorizaba la idea que todos se olvidaran que un asesino con cara de niño
bueno me había quitado a mi hija - se quejó.
Esta obsesión por atrapar al asesino de Nancy Mariana tuvo su
primera gran consecuencia en el seno del hogar del arquitecto. El hogar se
fisuró y el arquitecto llegó a un acuerdo con la mujer de su vida, para
disolver el matrimonio.
-Pasaron los primeros cinco años y me senté en mi despacho a ilustrar con un dibujo el proceso de
envejecimiento del asesino de Nancy mariana. Lo dibujé de frente, de lado,
con barbas, sin barbas, con gafas y sin éstas. Y volví a buscar a los
investigadores para sumar esas fotos en los expedientes. Cada cuatro o cinco años
hacia los dibujos del proceso de envejecimiento de Saade. Cierto día año 2005,
estando en un curso de inteligencia, un amigo me sugirió una idea. Estaba el
internet en su furor y me dijo que pidiera ayuda en internet. Entonces lo
planee y cree una página que titulé BUSCANDO
AL ASESINO DE MI HIJA NANCY MARIANA.
La estrategia estalló como una granada en los círculos sociales
de la ciudad. La gente comenzó a escribir al sitio y a suministrar abundante
información:
En el sitio confluían ciudadanos, en conversaciones ácidas que
expresaban frustración y rabia por el sujeto en fuga y muchos otros que
entregaban pistas prometedoras. Una mujer se quejaba y exigía respeto cuando
varios cibernautas suministraban los presuntos nombres de los jóvenes que
estuvieron la noche del crimen en el apartamento de Saade.
-Había mucha información enviada para desviar la investigación.
También había pistas equivocadas y algunos datos que me dejaron helado. Un ciudadano
-cuya identidad omitimos- nos informó
que Jaime Saade Cormane había salido de Barranquilla –dos días después de los
hechos- y llegó a Brasil siete meses después. Allá vivía protegido por uno de
sus hermanos - un médico oncólogo conocido como Jorge “El Mono” Saade - quien le había instalado negocios para
mantener un hogar que había organizado y al que llegaron hijos – relató un
investigador de la Interpol.
Un mes después de haber abierto el sitio web llegaron las
primeras amenazas. Un ciudadano que decía estar siendo perjudicado porque el
nombre de un familiar era constantemente mencionado por los cibernautas,
demandó.
Las pistas más importantes, fueron enviadas a los investigadores
de la Interpol. Mestre viajó por tercera vez a Bogotá y se entrevistó con el
director de la Interpol. El tema de Brasil, fue analizado en reunión especial.
-Según la información proveniente de Brasil Jaime Saade –durante
algún tiempo- adoptó los nombres de varias personas y se movía mucho en el medio
de funcionarios de la salud: Finalmente adoptó el nombre de Enrique Dos Santos
Abdala, y decía ser médico - remató el investigador.
El informante agregó una
dirección en la ciudad de Belo Horizonte, y sitió a Saade Cormane en una
cafetería, con el supuesto nombre de Dos Santos Abdala. El dato exacto
establecía que Saade manejaba un negocio de lavandería para equipamiento
quirúrgico y que llegaba a almorzar –todos los días- a esa cafetería de una
ciudadela de salud en el centro de Belo Horizonte.
-Entonces, el coronel Carlos Currea Barrera, jefe de la Interpol
Colombia, se comunicó con Bruno Samezina
director Nacional de Interpol, Brasil. Le envió una carpeta con los avances de
la investigación iniciada en Barranquilla.
Samezina comisionó a Renato Matsem, comisario regional de
investigaciones de la Policía Federal de Minas de Geraís, para rastrear la
pista. Matsem organizó un equipo que se mimetizó entre la población de médicos
y empleados de clínicas y hospitales que invadían como abejas la cafetería
todos los mediodía. Durante las observaciones bajo cubierta se interesaron –en
particular- por el comensal de la mesa número 17. Confrontaron las facciones
con los dibujos que había elaborado el arquitecto Mestre después del asesinato
de su hija. Ese parecía ser nuestro hombre – detalló el investigador.
-Una tarde de principios de octubre los detectives esperaron que
Saade terminara su almuerzo con dos jóvenes mujeres –al parecer sus empleadas-
y, se tomaron la mesa número 17 antes que llegaran los encargados del aseo.
Embalaron un vaso en el que habían quedado impresas las huellas dactilares del
sospechoso. Lo sometieron a análisis de laboratorio y confrontaron los
registros con las huellas enviadas por Interpol Colombia… ¡Bingo!
Los detectives de Minas de Gerais, regresaron repetidas veces a
la cafetería y pudieron fotografiar y captar en video a Saade en su ambiente
laboral. Constataron sus amistades, los movimientos bancarios. Lo siguieron
bajo cubierta y obtuvieron la dirección de su domicilio. Confirmaron la
frialdad con la que este hombre había adoptado una nueva vida en el país
Carioca. Saade tenía una vida agitada en las redes sociales y era especialmente
dinámico en Facebook, en donde estaba registrado con su identidad falsa, pero
tenía muchos contactos con la familia Saade de Colombia y el mundo.
-Vivía en un condominio de clase media en Belo Horizonte. Había
estado casado con Carolina Rassi Machado y tuvo tres hijos brasileños, todos
mayores de edad. Los informes recopilados en la abultada carpeta motivaron al
coronel Carlos Currea Barrera a presentar el caso en la cumbre de la Interpol
en Buenos Aires Argentina, para dar carácter especial al proceso de captura del
individuo- reseñó un investigador.
Al ser aprobado el caso, se desplomaron los estantes de Saade en
Belo Horizonte. El Comisario Regional de Investigaciones de la Policía Federal
en Minas de Gerais, Renato Augusto Matsem, obtuvo la documentación de la
Policía de Colombia y fue comisionado para dar el golpe definitivo.
La prensa de Belo Horizonte dice que se ejecutó un operativo con
cuidados especiales dado que se tenía conocimiento que Saade padecía quebrantos
de salud:
-No se resistió ni negó nada. Tan pronto se manifestó
sorprendido porque lo encontramos después de mucho tiempo- dijo el comisario
Matsem a la prensa del mundo.
Entre tanto y tras ser capturado en Brasil, se tienen noticias de Saade en Barranquilla. Desde el lunes 13 de julio comenzó a circular por los medios de
comunicación de Barranquilla y del país, una carta atribuida a Jaime Saade
Cormane. En el texto, Saade reafirma la versión del suicidio y no menciona la
presencia de una tercera persona en el sitio de los acontecimientos –como lo
había reseñado su abogado en la defensa-. Dice que recogió a Nancy Mariana a
las 10:30 de la noche del 31 de diciembre de 1993 y que pasaron “Los pitos” juntos.
Asegura que huyó porque “no se sentía preparado para enfrentar la situación” y
“esperaba que Nancy Mariana se recuperara para que contara lo sucedido”.
La razón por la que huyó el día de los acontecimientos es la
siguiente:
“escuché afuera unos gritos del papá de Nancy
llamándome ofuscado y entré en pánico. Debido a eso salí por el techo de la
casa a la calle. Paré un taxi y fui para Aracataca. Al día siguiente regresé a
Barranquilla queriendo resolver la situación. Al darme cuenta que las cosas
estaban muy complicadas para mi resolví irme porque yo no iba a pagar por lo
que no hice (SIC) y me fui para Bogotá para un hotel.”
La carta ofendió a Martín. Lo llevó a replicar:
“Intenta (Saade)
mancillar el buen nombre de una muchacha que ultrajó sexualmente él con
alguien o algunos más, con acceso carnal violento, le maltrataron sus partes
íntimas, maltrataron su cuerpo con golpes y arañazos, la asesinó con un disparo
en la sien derecha, la montaron desnuda envuelta en una sábana al platón de una
camioneta como cualquier animal, intentaron botarla en un terreno abandonado”.
Ahora, mucho más sosegado, tranquilo y dedicado a sus
actividades personales Martín Mestre espera la deportación de Jaime Saade a
Colombia, para que pagué la condena impuesta:
“Cuando lo vea no voy a pedirle nada. Sólo quiero mirarlo a los
ojos y hacerle saber que –por mucho que corrió- no podía escapar dela justicia.
No lo perdono, que busque el perdón con Dios, que Él lo confiera. Acá lo
estamos esperando”, se adelantó nuevamente.
Buena cronica,excelente pluma
ResponderBorrarHermanita la mejor crónica,orgullosa de ti
ResponderBorrarExcelente! nunca otro medio ha publicado una crónica tan completa, tan humana y tan bien escrita sobre este caso. Mis respetos, gran trabajo periodístico
ResponderBorrarLa justicia siempre llega
ResponderBorrarExcelente relato, cargado de mucha información veraz y soportada por las fuentes oficiales.
ResponderBorrarFelicitaciones por la narrativa de ésta historia que tanto ha impactado y aleccionado a la sociedad barranquillera y del país.
Mis respetos.