*Intimidades
de una investigación que sacó a un monstruo de las calles de La Arenosa. Así
cayó el “topógrafo violador”.
Por William Ahumada Maury
Así son las
cosas de la vida. Lucy, que había sufrido más de un año buscando un buen empleo
en Barranquilla, ahora era la flamante recepcionista en una empresa
constructora, y acababa de recibir una segunda propuesta de trabajo, de manos
de un topógrafo que conoció circunstancialmente en una parada de bus.
Por eso y
pensando en las calamidades económicas que agobiaban a su familia, decidió
brindar esta segunda oportunidad laboral a su adolescente hermana Glenys. Ella
despertaba a diario con la ilusión de contribuir con aportes a su casa.
Lo primero
que hizo Lucy en su nuevo empleo, fue llamar a Glenys, a la casa de una vecina
que facilitaba su teléfono.
Y parecía
una buena oportunidad el trabajo para ella. La iban a emplear como asistente de un topógrafo que recién conoció cerca de Metrocentro, un centro comercial ubicado en la
avenida Murillo con la carrera 1, sur de la ciudad.
Eran las
8:05 de la mañana del nueve de enero del 2000.
Glenys, de 17 años recién cumplidos, facciones finas, ojos vivaces y
hermosa cabellera negra llegó en medio de una escandalosa risa a casa de su
vecina en el barrio La Ceiba, a atender la llamada de su hermana.
-En la
cafetería grande de Metrocentro te está esperando el señor Jorge Correa. Él es
topógrafo de una empresa constructora y necesita urgente una asistente. Me
acaba de ofrecer ese empleo a mí, pero le dije que tú estabas más capacitada
para ese trabajo. Dile que eres mi hermana y que estás dispuestas a comenzar a
trabajar desde ya - contó emocionada
Lucy a su hermana.
El señor
Correa había impresionado a Lucy por sus finos modales y buena forma de vestir.
Lucy Recuerda que ella lo conoció circunstancialmente:
-Se me cruzó
en el camino a mi primer día de trabajo y me dijo que acababa de llegar de
Santa Marta y estaba extraviado. Brindaba confianza y se veía serio -
Y agregó:
-Me aseguró
que era topógrafo y hoy iniciaban unos
trabajos especiales en un terreno cerca, por la Circunvalar. Dijo que
tenía problemas porque necesita una
asistente y no conoce a nadie aquí en Barranquilla. Hasta me dijo que yo parecía tener el perfil que él necesita -
-¿no sé si quieres este trabajo? - le propuso
Correa a Lucy.
Después de
hablar con la inocente Glenys, Lucy envió un mensaje vía beeper a Jorge Correa
para avisarle que tuviera paciencia con su hermanita, que ya iba en camino a
verse con él.
-Por favor señor Correa, ella tiene sólo 17
añitos, pero es muy lista. Atiéndala que necesitamos que ella trabaje -, le imploró
Lucy al supuesto topógrafo.
Lucy colgó
el teléfono emocionada. Justo en ese instante entró cantando un vallenato de
moda Moisés Meza, mensajero de la constructora. Era un joven delgado, dinámico
y hablador, que cambió el tono de su áspero canto y se convirtió en refinado
seductor cuando vio la belleza de la nueva recepcionista.
-Hola bonita
como estas. Aquí están tus periódicos de hoy-
Moisés, se
quitó el casco de motociclista y comenzó a impresionar a Lucy contando emocionado la noticia que tenía
escandalizada la ciudad:
-Un violador
en serie que estaba haciendo de las suyas en Barranquilla. La gente está como
loca. Salió la noticia en el periódico de hoy. El tipo es muy peligroso -
Sin
pretenderlo, el joven hizo estallar una bomba en las manos de la hermosa Lucy.
-Mira el
periódico. Se hace pasar como topógrafo y ya ha violado a ocho muchachas en
nueve días -
Lucy se desvaneció sobre el sillón al observar en primera página el retrato hablado del hombre que estaba violando a las jovencitas en Barranquilla. Palidecía y comenzó a temblar. Encendió la radio y escuchó como los ruidosos noticieros molían a granel la información.
“La Policía
no tiene pistas del violador. Sólo se sabe que engaña a sus víctimas
ofreciéndoles trabajo como asistente de topografía”, expresó un periodista en
escandaloso tono alto que utilizaba como cortinilla de fondo el ulular de una
sirena.
Lucy miró el
reloj y advirtió que faltaban sólo minutos para que su hermana cumpliera la
cita con el siniestro sujeto. Con manos temblorosas marcó el 123 de la Policía.
La
recepcionista de la central de Policía debió pedirle a Lucy que se calmara para
poder tomar los detalles de la denuncia.
Dictó unas pautas para que respirara tranquila y hablara coordinado.
Sólo así envió la llamada al Centro de Investigaciones Criminalisticas de la
Sijín, en donde el detective Gustavo Mendoza ya se hallaba reunido con tres
investigadores de esa unidad.
-Sólo
teníamos informes vagos…que se hacía pasar por topógrafo para engañar a sus
víctimas ofreciéndoles trabajo y que decía llamarse Jorge Correa- , reconoció en su
momento Mendoza.
Desde luego,
los investigadores apostaban su mesada a que el
nombre que presentaba el delincuente, era falso.
En ese
instante el General Héctor Darío Castro Cabrera, comandante de Policía del
Atlántico, un opita de cuerpo monumental, de cara cuadrada, cabello
estrictamente organizado, carácter fuerte y de modales refinados se hallaba
reunido con los jefes de las unidades
operativas estudiando el caso. Era el primer gran reto que le planteaba la
delincuencia en Barranquilla desde que Castro Cabrera fue designado en ese
cargo.
El oficial miraba a sus hombres con severidad y les mostraba una carta que recién le había enviado el doctor Pedro Carreño Gallo, entonces director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses Regional Caribe.
-Esto no
puede seguir así. Medicina Legal dice que tiene ya cinco de los ocho casos en
estudio. Este es el hombre que tenemos que capturar. Las victimas coinciden en
que el violador tiene un lunar en el pene y una cicatriz enorme en el abdomen.
Ya reconocen el caso como de un violador en serie…esto es muy grave - advirtió el general.
Gustavo Mendoza un investigador de baja estatura, serio y con rostro de estudiante universitario interrumpió la reunión y entró presuroso a la espaciosa sala donde se reunían sus superiores.
Hizo sonar
los tacones de sus botas en saludo militar y se dirigió respetuosamente al
general:
-Mi general,
tengo una muchacha en el teléfono que dice que su hermana adolescente tiene
cita en estos momentos con ese tipo -
Los
investigadores saltaron de sus asientos como electrizados. El general ordenó
rodear el centro comercial y envió al detective Gustavo Mendoza con la única misión de buscar
y proteger a la muchacha en ese escenario.
Entre tanto, en un rincón apartado de la gigantesca cafetería del centro comercial Jorge Correa casi cubría con su enorme cuerpo a una diminuta jovencita. Le hablaba a sus oídos de manera lasciva, vulgar, descarada. Esa actitud llamó la atención de dos jóvenes policías bachilleres, quienes –armados únicamente con sus bastones- llamaron su atención y le pidieron que se apartara de ella.
El individuo se levantó furioso, encaró a los adolescentes uniformados y dijo en tono grosero que presentaría una queja formal y los haría sancionar. Tomó a la joven por un brazo y se dirigió a la puerta con intenciones de salir del recinto.
En ese instante una decena de patrullas hacían chirriar sus neumáticos frente a las dos entradas principales del centro comercial. Los detectives llevaban impresos los retratos hablados del sospechoso. Uno de ellos se topó de frente con Correa quien salía presuroso asediado por los jóvenes policías bachilleres.
Correa fue encañonado
y lanzado contra el suelo, boca abajo.
La adolescente fue aislada y protegida, pero la investigación apenas iniciaba. El comando de Policía del Magdalena envió al general Héctor Castro Cabrera un informe en el que indicaban que a finales del año 1999 –meses antes- había salido de prisión un individuo identificado como José Ramón Molina Córdoba, de 37 años. El informe reseña que el convicto tiene un lunar en el pene y una cicatriz de cirugía en el abdomen. Ese era el hombre que buscaba la Policía.
Molina Córdoba,
acababa de purgar una condena de doce años por asalto sexual. Era miembro de
una banda de asaltantes que robaba en casas pudientes en varias ciudades de la
costa él las violaba, según el expediente policial. En ese documento de Santa
Marta a Molina lo reseñaron con el alias de “El Venezolano”.
La Fiscal
Lucy Pareja Anaya procesó rápidamente a Molina Córdoba. Entre sus ropas
hallaron una navaja y seis recibos de casas de empeño de Barranquilla, en donde
dejo las pertenencias robadas a las víctimas que había tenido días atrás en
Barranquilla.
Al topógrafo
violador le esperaban por lo menos ocho condenas sucesivas en Barranquilla.
…Mientras tanto Lucy aprendió la lección de no confiar en
desconocidos.
Muy buen relato. Felicidades.
ResponderBorrarExcelente crónica amigo y comunicador William y me acuerdo muy bien de ese caso . La captura se le dio amplió despliegue en la ofiprensa de la institución .
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