Glenys escapó por un pelo del “topógrafo violador” - Notas & Historias del Caribe

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viernes, 17 de abril de 2020

Glenys escapó por un pelo del “topógrafo violador”



*Intimidades de una investigación que sacó a un monstruo de las calles de La Arenosa. Así cayó el “topógrafo violador”.


Por William Ahumada Maury
       

Así son las cosas de la vida. Lucy, que había sufrido más de un año buscando un buen empleo en Barranquilla, ahora era la flamante recepcionista en una empresa constructora, y acababa de recibir una segunda propuesta de trabajo, de manos de un topógrafo que conoció circunstancialmente en una parada de bus.

Por eso y pensando en las calamidades económicas que agobiaban a su familia, decidió brindar esta segunda oportunidad laboral a su adolescente hermana Glenys. Ella despertaba a diario con la ilusión de contribuir con aportes a su casa.

Lo primero que hizo Lucy en su nuevo empleo, fue llamar a Glenys, a la casa de una vecina que facilitaba su teléfono.
Y parecía una buena oportunidad el trabajo para ella. La iban a emplear  como asistente de un topógrafo que recién  conoció cerca de  Metrocentro, un centro comercial ubicado en la avenida Murillo con la carrera 1, sur de la ciudad.

Eran las 8:05 de la mañana del nueve de enero del 2000.  Glenys, de 17 años recién cumplidos, facciones finas, ojos vivaces y hermosa cabellera negra llegó en medio de una escandalosa risa a casa de su vecina en el barrio La Ceiba, a atender la llamada de su hermana.
-En la cafetería grande de Metrocentro te está esperando el señor Jorge Correa. Él es topógrafo de una empresa constructora y necesita urgente una asistente. Me acaba de ofrecer ese empleo a mí, pero le dije que tú estabas más capacitada para ese trabajo. Dile que eres mi hermana y que estás dispuestas a comenzar a trabajar desde ya -  contó emocionada Lucy a su hermana.

El señor Correa había impresionado a Lucy por sus finos modales y buena forma de vestir. Lucy Recuerda que ella lo conoció circunstancialmente:
-Se me cruzó en el camino a mi primer día de trabajo y me dijo que acababa de llegar de Santa Marta y estaba extraviado. Brindaba confianza y se veía serio -
Y agregó:
-Me aseguró que era   topógrafo y hoy iniciaban unos trabajos especiales en un terreno cerca, por la Circunvalar. Dijo que tenía  problemas porque necesita una asistente y no conoce a nadie aquí en Barranquilla. Hasta me dijo que yo  parecía tener el perfil que él necesita -
 -¿no sé si quieres este trabajo? - le propuso Correa a Lucy.
Después de hablar con la inocente Glenys, Lucy envió un mensaje vía beeper a Jorge Correa para avisarle que tuviera paciencia con su hermanita, que ya iba en camino a verse con él.
 -Por favor señor Correa, ella tiene sólo 17 añitos, pero es muy lista. Atiéndala que necesitamos que ella trabaje -, le imploró Lucy al supuesto topógrafo.

Lucy colgó el teléfono emocionada. Justo en ese instante entró cantando un vallenato de moda Moisés Meza, mensajero de la constructora. Era un joven delgado, dinámico y hablador, que cambió el tono de su áspero canto y se convirtió en refinado seductor cuando vio la belleza de la nueva recepcionista. 
-Hola bonita como estas. Aquí están tus periódicos de hoy-
Moisés, se quitó el casco de motociclista y comenzó a impresionar a  Lucy contando emocionado la noticia que tenía escandalizada la ciudad:
-Un violador en serie que estaba haciendo de las suyas en Barranquilla. La gente está como loca. Salió la noticia en el periódico de hoy. El tipo es muy peligroso -
Sin pretenderlo, el joven hizo estallar una bomba en las manos de la hermosa Lucy.
-Mira el periódico. Se hace pasar como topógrafo y ya ha violado a ocho muchachas en nueve días -

Lucy se desvaneció sobre el sillón al observar en primera página el retrato hablado del hombre que estaba violando a las jovencitas en Barranquilla. Palidecía y comenzó a temblar. Encendió la radio y escuchó como los ruidosos noticieros molían a granel la información.
“La Policía no tiene pistas del violador. Sólo se sabe que engaña a sus víctimas ofreciéndoles trabajo como asistente de topografía”, expresó un periodista en escandaloso tono alto que utilizaba como cortinilla de fondo el ulular de una sirena.

Lucy miró el reloj y advirtió que faltaban sólo minutos para que su hermana cumpliera la cita con el siniestro sujeto. Con manos temblorosas marcó el 123 de la Policía.

La recepcionista de la central de Policía debió pedirle a Lucy que se calmara para poder tomar los detalles de la denuncia.  Dictó unas pautas para que respirara tranquila y hablara coordinado. Sólo así envió la llamada al Centro de Investigaciones Criminalisticas de la Sijín, en donde el detective Gustavo Mendoza ya se hallaba reunido con tres investigadores de esa unidad.
-Sólo teníamos informes vagos…que se hacía pasar por topógrafo para engañar a sus víctimas ofreciéndoles trabajo y que  decía llamarse Jorge Correa- , reconoció en su momento Mendoza.
Desde luego, los investigadores apostaban su mesada a que el  nombre que presentaba el delincuente, era falso.

En ese instante el General Héctor Darío Castro Cabrera, comandante de Policía del Atlántico, un opita de cuerpo monumental, de cara cuadrada, cabello estrictamente organizado, carácter fuerte y de modales refinados se hallaba reunido con  los jefes de las unidades operativas estudiando el caso. Era el primer gran reto que le planteaba la delincuencia en Barranquilla desde que Castro Cabrera fue designado en ese cargo.

El oficial miraba a sus hombres con severidad y les mostraba una carta que recién le había enviado el doctor Pedro Carreño Gallo, entonces director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses Regional Caribe.
-Esto no puede seguir así. Medicina Legal dice que tiene ya cinco de los ocho casos en estudio. Este es el hombre que tenemos que capturar. Las victimas coinciden en que el violador tiene un lunar en el pene y una cicatriz enorme en el abdomen. Ya reconocen el caso como de un violador en serie…esto es muy grave -  advirtió el general.

Gustavo Mendoza un investigador de baja estatura, serio y con rostro de estudiante universitario interrumpió la reunión y entró presuroso a la espaciosa sala donde se reunían sus superiores.
Hizo sonar los tacones de sus botas en saludo militar y se dirigió respetuosamente al general:
-Mi general, tengo una muchacha en el teléfono que dice que su hermana adolescente tiene cita en estos momentos con ese tipo -
Los investigadores saltaron de sus asientos como electrizados. El general ordenó rodear el centro comercial y envió al detective  Gustavo Mendoza con la única misión de buscar y proteger a la muchacha en ese escenario.

Entre tanto, en un rincón apartado de la gigantesca cafetería del centro comercial Jorge Correa casi cubría con su enorme cuerpo a una diminuta jovencita. Le hablaba a sus oídos de manera lasciva,  vulgar, descarada. Esa actitud llamó la atención de dos jóvenes policías bachilleres, quienes –armados únicamente con sus bastones- llamaron su atención y le pidieron que se apartara de ella.

El individuo se levantó furioso, encaró a los adolescentes uniformados y dijo en tono grosero que presentaría una queja formal y los haría sancionar. Tomó a la joven por un brazo y se dirigió a la puerta con intenciones de salir del recinto.

En ese instante una decena de patrullas hacían chirriar sus neumáticos frente a las dos entradas principales del centro comercial. Los detectives llevaban impresos los retratos hablados del sospechoso. Uno de ellos se topó de frente con Correa quien salía presuroso asediado por los jóvenes policías bachilleres.
Correa fue encañonado y lanzado contra el suelo, boca abajo.

La adolescente fue aislada y protegida,  pero la investigación apenas iniciaba. El comando de Policía del Magdalena envió al general Héctor Castro Cabrera un informe en el que indicaban que a finales del año 1999 –meses antes- había salido de prisión un individuo identificado como José Ramón Molina Córdoba, de 37 años. El informe reseña que el convicto tiene un lunar en el pene y una cicatriz de cirugía en el abdomen. Ese era el hombre que buscaba la Policía.



Molina Córdoba, acababa de purgar una condena de doce años por asalto sexual. Era miembro de una banda de asaltantes que robaba en casas pudientes en varias ciudades de la costa él las violaba, según el expediente policial. En ese documento de Santa Marta a Molina lo reseñaron con el alias de “El Venezolano”.
La Fiscal Lucy Pareja Anaya procesó rápidamente a Molina Córdoba. Entre sus ropas hallaron una navaja y seis recibos de casas de empeño de Barranquilla, en donde dejo las pertenencias robadas a las víctimas que había tenido días atrás en Barranquilla.
Al topógrafo violador le esperaban por lo menos ocho condenas sucesivas en Barranquilla.
…Mientras tanto Lucy aprendió la lección de no confiar en desconocidos.

2 comentarios:

  1. Excelente crónica amigo y comunicador William y me acuerdo muy bien de ese caso . La captura se le dio amplió despliegue en la ofiprensa de la institución .

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