Por Dayanna Díaz Chávez
La magia está en el ambiente, la
magia se respira.
Está en las esquinas. Está en los
ojos vivaces de los jubilados que juegan dominó y ríen escandalosamente rodeados
por sus vecinos de siempre. En la actitud despreocupada y la mirada autoritaria
de las mujeres que se abanican debajo del almendro. Está en la inocencia de los
niños que juegas fútbol en la calle destapada.
La magia está en la imagen
adormecida de los pescadores que tendieron sus anzuelos al pie de los cocoteros
hace cuatro décadas. La magia está en todas partes. En la música de los picós
que atrapa a los jóvenes en una burbuja de euforia y los convierte en
danzarines incansables de los pegajosos ritmos africanos. La magia está en el
caminar despreocupado y la eterna sonrisa de los Bajeros mismos.
Definitivamente en el Barrio Abajo
todos parecen vivir en el Macondo de Gabriel García Márquez. Desde el momento que
se pisa el barrio todos somos víctimas de una descarga de energía que nos
revitaliza. Todo parece irreal y más si lo visitas en medio de la euforia del
carnaval.
Las calles llenas de pinturas de
colores. La gente –como despreocupadas de la trepidante realidad que azota a
Colombia con sus permanentes malas noticias- se sientan a la sombras de los
árboles a ver pasar a la gente anormal por sus frentes. En sus temas de conversación, la guerra, la
muerte y la corrupción con su rosario de tragedias, casi no existen.
Entonces el visitante siente la
necesidad perentoria de preguntarle al creador de Macondo y encuentra la
respuesta en Cien Años de Soledad:“Macondo fue una aldea más ordenada
y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300
habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años
y donde nadie había muerto”. Este fragmento del libro de Cien Años de Soledad
parece describir con extraordinaria fidelidad lo que se vive en el barrio Abajo
en la época previa al carnaval. Este, en
realidad, es un barrio irreal.
Los bajeros siempre están
iluminados con una sonrisa. Se muestran dispuestos a ayudar al vecino. Muchos dicen que la felicidad permanente de
ellos es heredad del carnaval de Barranquilla y eso tiene mucho de cierto. La
fiesta popular más grande, colorida, valiosa e ingeniosa de Colombia, el
Carnaval de Barranquilla, tiene su génesis en el barrio Abajo.
Cuando Gabo hace referencia: “nadie
era mayor de treinta años y donde nadie había muerto”, esto también lo podemos
ver en el Barrio Abajo. La gente que habita este lugar, parece que estacionara
su crecimiento en las tres décadas; esa edad en la que todos soñamos en grande,
en donde nos queremos comer el mundo y siempre hay un brillo en los ojos, lo que
es sinónimo optimismo y donde siempre pensamos que mañana será un nuevo día y
la vida nos dará otra oportunidad.
En el Barrio Abajo la gente no muere
del todo. Sólo muere físicamente, puesto que siempre están presentes en las
mentes sus hermanos, tíos, primos, vecinos, compadres, como un recuerdo latente que se mantiene en el
tiempo, a través del legado del
amor. A propósito encontramos a un
hombre delgado, no muy alto, de ojos claros y de cabello del color de la nieve.
La gente aprendió a amarlo sólo por
el hecho de ser fabricante de hermandad.
Lo reconocen por vender las
mejores bolas e’ trapo de la ciudad y otros por ser un entrenador entregado a
los jóvenes, su nombre es Alfonso Enrique Correa.
Hace setenta y ocho años Alfonso
perdió a su padre; no recuerda muchas anécdotas con él, debido a que cuando el
viejo se fue Alfonso tenía pocos años de
vida. Sin embargo guarda una fotografía suya y siente el amor de su padre a
través de la mirada aguileña del viejo.
Siguiendo con la relación del Macondo del realismo mágico del Nobel García
Márquez y el Macondo Barranquillero, encontramos que los dos se detienen en el
tiempo, en donde la alegría de sus personajes y el bien común de la aldea los
une. El carnaval de Barranquilla es el cordón umbilical del barrio Abajo con la
razón de ser de la alegría del barranquillero.
Hasta este punto muchos se
preguntaran ¿por qué solo se puede disfrutar con plenitud del carnaval en el
Barrio Abajo?, dicha pregunta ha generado incertidumbre en personajes como José
Ignacio Cassiani, más conocido como “el Pavo”,
un bajero clásico, Rey Momo del 2008, el cual dijo que era sencillo “el Barrio
Abajo tiene una magia inexplicable y eso es lo que lo convierte en el Macondo
de Barranquilla. Debe ser por ese exquisito componente étnico que nos forma:
Tenemos sangre africana, indígena y de inmigrantes europeos corriendo por las
venas. Por eso, somos creativos,
alegres, inagotables para trabajar,
inteligentes, astutos, románticos. Definitivamente somos los habitantes de un
mundo de fantasía que llamamos Macondo, el Macondo de Barranquilla. Lo que se
vive en este barrio no se puede vivir en otro, estar todo el año en tónica carnavalera
solo lo puede hacer el Barrio Abajo”,
dice.
“Es un barrio mágico de
Barranquilla”, dice el académico barranquillero Jaime dela Hoz Simanca. Y
agrega:
“Es un micro mundo donde se mueven
muchos personajes, historias, en fin una amalgama de hechos y circunstancias en
donde se produce toda una fusión de situaciones que es lo que permite que sea
un punto de referencia de Barranquilla. Por eso
lo califican como una especie de barrio mágico”, expresó Jaime de la
Hoz, un reconocido periodista barranquillero.
PRIMERA PARTE…
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