Sigifredo Eusse y la visión Del periodismo literario - Notas & Historias del Caribe

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miércoles, 31 de marzo de 2021

Sigifredo Eusse y la visión Del periodismo literario

 


Animo viejo Pinky lo necesitamos para entender mejor esta vaina que se llama supervivencia

 

Por William Ahumada Maury

 

Sigifredo Eusse Marino es para las letras de nuestra cotidianidad lo que es Teo para el futbol.

Tiene en sus creaciones más sentidas la exquisitez que esgrime Teo cuando pone su prodigiosa zurda al servicio del arte, y se decide jugar al futbol. Sigifredo es dueño de una visión que lo hace jugar como diez cuando se trata de retratar las vivencias del Caribe. Elige los temas con la meticulosidad de un seminarista y escribe en una dimensión ajena para nosotros, sus admiradores.

Siempre juega -con clase admirable- en los terrenos de una realidad fantasiosa. Lo vi convertir una de esas crueles realidades de Barranquilla -el descubrimiento de un matadero clandestino de caballos en Rebolo- en una magistral crónica periodística.

Soledad Leal Pacheco -nuestra jefe de redacción entonces- me comisionó para hacer el cubrimiento de esa noticia para Diario del Caribe. Desde luego, subí a la camioneta con la intención de hallar un ángulo propicio para redactar una crónica de ese tema. 

-Hey Willy, dame un chance que quiero ver como es esa vaina de los mataderos clandestinos. Y de cómo nos hacen comer carne de caballos. ¡Pobres animalitos cuadro! - me dijo con la compostura de siempre, en sus escasos 1.69 de estatura.

No me extrañó verlo pedir esta palomilla periodística. El Pinky siempre ha sido un radar rebuscando temas desde la diciente elocuencia de su timidez. Siempre hablaron más los escandalosos tonos de sus coloridas camisas, que él mismo. Se mantiene oculto permanentemente tras los vidrios lustrosos de sus gafas oscuras. Muchas damitas de la redacción admiraron siempre su compostura de seminarista, su ropa encajada, medias de tonalidad ocre y pantalones con dobladillos por fuera y zapatos de cuero. Camina como habla, con ritmo pausado.

El Pinky habla corto, pero con un lenguaje de bacán, tan especial que te hace sentir su llave al primer saludo. Participa en todos los eventos de sus amigos, pero es difícil hallarlo en las fotografías. Siempre se ubica detrás de todos, escondido tras la gente que posa sonriente. Esas fotos muestras escasamente su rostro sonriente.

-Pilas Rafaelito que vamos a meternos hasta el patio. ¡No te vas a arrugar mi brother! - advirtió al fotógrafo Rafael Páez Amaris (Q.E.P.D.), quien regodeaba su voluminoso cuerpo en la silla del copiloto de la camioneta.

Al llegar al sitio de los hechos Sigifredo se nos perdió.

Hicimos el recorrido por la casa-matadero, habló el oficial de Policía a cargo y -más tarde- abordamos la camioneta preguntando por el paradero nuestro querido Pinky. Mientras escaneábamos con nuestra mirada los alrededores Rafita lo descubrió alimentando con un puñado de hierva a “Alambrito” un esquelético caballo de tiro criollo, que escapó milagrosamente a la crueldad del hacha esa mañana de octubre. “Alambrito”, explotado por años, había sido vendido por su amo a los dueños del matadero, negándole el derecho a un retiro digno de su sufrida vida.  La bestia tenía el lomo lleno de llagas, las ancas huesudas, los ojos profundos y comía con desgano de la mano de Sigifredo. Tuvimos que convencer al periodista para que nos acompañara de regreso al periódico.

Por la tarde, Sigifredo se acercó a mi escritorio, y con humildad franciscana leyó la cuartilla y media que había escrito. Era un homenaje a la vida que tituló: “Alambrito” un sobreviviente del hambre y la muerte en Rebolo”

Allí mostró la crueldad de esa realidad desde el punto de vista que todos observaron, pero nadie vio. Visionó un paralelo entre la vida miserable del caballo y el viacrucis permanente de la gente pobre de Rebolo.

Años después Sigifredo terminó abandonando la reportaría clásica y se sumergió de lleno en las aguas profundas de la literatura. Allí siguió jugando como el crack que es. Pero, quienes admiramos su talento, lo seguimos a distancia.

Hoy, Sigifredo juega en una cancha cruel y desconocida de la supervivencia, frente al enemigo cruel, implacable, invisible.

¡Pinky, ánimos mi llave! Espero leer otra cuartilla y media de este partido que juegas en el partido de la vida. Dios tiene para usted muchos años más en este juego de la vida. Necesitamos tu talento, para entender mejor esta vaina…

 

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