NUESTROS GUERREROS I - Notas & Historias del Caribe

Últimas

Publicidad Intermedia

test banner

sábado, 25 de abril de 2020

NUESTROS GUERREROS I



Epifanio Mendoza
“EL DIAMANTE”,  la ley de los puños
en los tinglados del mundo

Un boxeador solitario que vive con pasión los retos de pelear en tierras lejanas, sólo para dar a su familia lo que la pobreza siempre le negó a él.

Por:  William Ahumada Maury
Fotos: Archivo Epifanio Mendoza
El 22 de noviembre del 2019, el día que cumplió 44 años de edad, un “Diamante” Mendoza, cansado y sin entrenamiento volvió a subir a un cuadrilátero en Hamburgo, al norte de Alemania, y enfrentó a puños a un descomunal robot, con cuerpo humano, ojos asesinos y hambre de gloria, llamado Marek Jedrzejewski.
Esa noche –en particular - Epifanio Mendoza llegó compungido al cuadrilátero. Su hijo Maykol – una hora antes - le había comunicado por teléfono su deseo de ser boxeador y “El Diamante” sintió más que nunca nostalgia por su familia.
Los últimos nueve cumpleaños los había cumplido en tierras lejanas, apartado del amor de ellos. Pero, sacó valor de la nostalgia, sus oídos dejaron de escuchar los gritos ofensivos de los asistentes al coliseo hamburgués, apretó las manos dentro de los guantes y miró con desprecio a su inmenso oponente. Quería acabar pronto para tomar un vuelo de inmediato a Miami y de allí a Colombia.
Fue un combate corto, trepidante y muy violento.
Al “Diamante” le habían advertido que “no soltara las manos”, pero lo olvidó todo al recibir el primer golpe de su oponente en las costillas del lado izquierdo. Había sido como el golpe de un martinete. Entonces sus ojos se tornaron brillantes y respondió con una ruidosa embestida de izquierdas y derechas –al abdomen y a la cabeza -  que el joven boxeador alemán no pudo soportar. El contrincante se desplomó pesadamente, haciendo un ruido de caída de tablas sobre la lona.



“El Diamante” lo miró rodar sobre su espalda, lanzó un furioso golpe de derecha al aire, gritó como un náufrago que pisa tierra y caminó con paso firme hacia su esquina. Se iniciaba el tercer asalto y con ese nocaut “El Diamante” selló la suerte de regresar a Colombia sin un peso en sus alforjas. Así las cosas, debía comenzar de nuevo; escuchar alguna oferta y prepararse para combatir nuevamente en tierras lejanas.
Y era imperante buscar otro combate. Sabía que debía perder para poder ganar. Si perdía el combate se ganaba siete mil euros que iban a ser invertidos en sacar a pasear a toda su familia por el eje cafetero. Pero no pudo, su código personal se lo impidió. Su contrincante intentaba levantarse con los ojos extraviados, y eso daba fe de ello.



- ¿Cómo se llama el tipo? No sé. Nunca me interesó averiguar por ellos. Yo sólo me preocupo en los primeros asaltos, cuando le pongo las manos encima y no se caen – dice con extravagante sencillez.
- Si ellos me aguantan las manos…!ahí si me preocupo! – dice, y estalla en una risa casi infantil.
Y agrega:
- Ese día en Hamburgo me dijeron que aguantara las manos, porque el tipo estaba comenzando su carrera en los pesos pesados, y era la estrella en su país. Pero nunca he podido controlar eso. ¡Aja, y el  Diamante soltó las manos!  Y ahí pagué,  me retuvieron el pasaporte y me dejaron encerrado en el hotel. Alguien me regaló 600  euros y me llevaron al aeropuerto. Debía ganar siete mil euros, pero no me los pagaron porque gané. Pero gracias a Dios estoy vivo – dice con tristeza.



Como en los últimos veinte combates, ese día, “El Diamante” viajó solo a Alemania. Cuando sale de gira por Europa permanece  inmerso en increíbles deseos de aventuras que no tienen el sello impulsor de necesidad, sino de locura. Llegó a Hamburgo guiado solo por una voz gris y poco confiable que brotaba de su teléfono celular.
Esa voz le indicó donde reclamar el escaso dinero que le asignaron para viáticos y la dirección de un hotel de mala muerte, de apariencia opaca, infestado de pulgas, en el que se alojó.
-Gané, pero perdí. Me quedé esperando en el hotel otra llamada, para otra pelea, pero el tipo no me volvió a llamar y por eso me regresé a Barranquilla. Yo vivo en Miami, pero por ahora estoy en Barranquilla - dice mientras fija la atención en sus enormes manos, con los nudillos desfigurados por prominentes callos.
Ahora, de regreso a casa, Epifanio parece cansado, golpeado por algo más  de dos décadas dando y recibiendo golpes por todo el mundo. Se aferra a la misma promesa que le hizo en octubre del 2012 a su mujer y sus hijos en una habitación de la Clínica General del Norte, donde se reponía de una paliza, que incluía la fractura de un brazo: “No más boxeo”.
Pero parece una promesa endeble, frágil, sin fortalezas ni convicción, que podría vaporizarse si – desde cualquier parte del mundo – lo llaman a su celular y lo saludan de la misma forma de siempre: “Hola…tengo algo para ti chico”.
O lo que es igual; el “Diamante”, no aguanta otra llamada tentadora.
Su rostro maltratado y cruzado por viejas cicatrices de guerra, muestra las huellas de una vida azarosa, explosiva y dañina. Una vida violenta que él decidió extender más allá de las exigencias de oficio como boxeador profesional.



Es un sujeto indescifrable. Siempre muestra una sonrisa brillante, voz de flauta y un trato afable. Tiene un cuerpo descomunal, de enormes músculos en los hombros y el cuello. Quien no lo conoce,  seguramente será intimidado por su presencia. Veinte años sumergidos en las aguas oscuras de un mundo corrompido y lúgubre, de personajes que menosprecian la vida de sus gladiadores, no lo tentaron a consumir drogas.
“El Diamante” Mendoza es estricto con su disciplina. Se levanta a correr todos los días, es un amoroso padre de sus tres hijos, a pesar que su padre -un hombre muy prodigo para hacer hijos- estuvo siempre apoyándolo pero entre las limitaciones de su pobreza. 
-Imagínese  mi papá me dio 24 hermanos. Tengo hermanos por todos lados y estoy metido en esto porque me tocó salir a buscar un mejor estilo de vida para todos ellos.  Yo a mi viejo lo quiero y siempre está presente en mis logros y mis victorias. A mis hijos yo los idolatro y ellos tienen en mí un padre amoroso y atento. Mientras pueda, estaré siempre apoyándolos - asevera.
¿Enfrentó el monstruo de los vicios?
-No Señor. Mi vicio son las mujeres. He gastado toda mi fortuna en disfrutar con toda mi familia. Salgo, camino el mundo hago una fortuna y regreso con los míos. Lo gasto todo con los míos. Soy de los que alquila un bus, subo a cincuenta familiares y los llevo a pasear por Colombia, sin permitir que ninguno de ellos se gaste un peso. No me duele gastar treinta millones de pesos un solo día con mi familia – asegura.
Esto de seguir peleando en tierras lejanas –después de haber sido boxeador profesional -  lo llevó a conocer países como Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, Ecuador, España, Dubái, Japón, Méjico, Ucrania, China, Rusia, Francia, Italia, Inglaterra y Polonia.
En algunas ocasiones viaja con un escudero muy fiel, el querido viejo Eufrasio Gonzáles, un cubano nervioso, sabio y paternalista que lo ha entrenado -en las buenas y en las malas- y conoce al dedillo sus defectos y virtudes como atleta.
Su vida ha estado marcada por determinaciones que –muchas veces- lo llevan por buen camino, pero otras lo hicieron perder:
-Comencé a pelear tarde, a los 18 años, en el peso pluma, luego subí a ligero (130 libras), después a welter Jr. (140 libras). Pero, mi problema y es que nunca le dije no a una pelea y por eso subí y subí de peso para enfrentar a hombres mucho más peligrosos. Así combatí en a Welter (147), en súper welter (154 libras) o en mediano (160 libras). En súper mediano (168),  pesado ligero (175), o crucero (200 libras) o en peso pesado, que es donde más he peleado en estos últimos cinco años-  relata con increíble tranquilidad.
En el boxeo oficial, el que reseñan en un record los cuerpos reguladores del mundo,  Epifanio “El Diamante” Mendoza fue un peleador brillante:
-Fui campeón nacional dos veces y tuve varios títulos internacionales peleando para Colombia como amateur. Gané el Julio Gerleín Comelín, los juegos Bolivarianos, Centroamericanos. Fui subcampeón en Cuba en 60 kilogramos, también fui campeón en Argentina y en Venezuela. Luego, un día cualquiera y sin consultarlo con nadie, siendo boxeador amateur, se presentó en Barranquilla la posibilidad de viajar a Estados Unidos a pelear como profesional – relata mientras mira a su hijo Maykol con ternura.
Luego prosigue:
-Esa tarde Le propuse a Rafael Rebollo, quien ya había seleccionado a los peleadores que se iban con él,  y me dijo que no me llevaría, porque no me conocía. Le dije “llévame y veras”- recuerda sin afanes.
Rebollo, cabeza visible de la firma Millennium Boxing Promotions, le advirtió que sólo llevaba boxeadores profesionales y reconocidos. Entonces Mendoza hizo una contrapropuesta determinante:
-Póngame a pelear mañana con un profesional. Si pierdo…no me paga y si gano me voy con usted –
Rebollo lo miró con intriga y ordenó que le buscaran el mejor de su peso para poner a prueba al hablador jovencito.
El combate se arregló con el noqueador barranquillero Oscar Villarreal el 5 de mayo del 2000 en el Polideportivo de la Universidad del Atlántico, en la vía a Puerto Colombia. “El Diamante” noqueó de manera inmisericorde a Villarreal en dos asaltos.
Quince días después comenzó con rosario de victorias en Estados Unidos.
Rebollo le recomendó hacer peleas en Colombia para forjar un record que mostrar al mundo. Entonces se radicó en Miami, pero venía a pelear a Colombia. Entre el 28 de noviembre del 1999 y el 5 de mayo del 2002 realizó 17 combates en Colombia y todos los ganó por nocaut. Ningún contrincante pasó del quinto asalto.



También te puede interesarhttps://boxrec.com/en/proboxer/139128
Pero se queja:
-El problema de pelear en Colombia es que no quieren pagar más de cien mil pesos por pelea. Y en mi caso yo estaba aumentando de peso y no tenía contrincantes, a todos les gané - 
En Estados Unidos “El Diamante” Mendoza inició una carrera vertiginosa y ríspida. Militaba en un peso en el que reinaban boxeadores brillantes que siempre fueron estrellas mimadas por la televisión. La primera pelea la concertaron para el 13 de octubre del 2013 en el Regent Hotel de  Nueva York y fue con el temible ponchador Tokumbo Olajide, un monstruo que  había noqueado sin despeinarse a 20 de los 21 hombres que lo enfrentaron.
-El tipo medía dos metros,  era un negro enorme de cuerpo soplado por los músculos. Llegó en limusina, con escoltas, gafas oscuras y el cuello y los dedos llenos de oro. Yo llegué en tren y con mis implementos en una mochila que siempre llevaba al hombro. Tokumbo entró con altanerías al salón de eventos y gritando bufonerías - recuerda Mendoza.
Y precisó:
-En la rueda de prensa me desafió de manera altanera. Pero hablaba en inglés y yo todavía no dominaba ese idioma. Rafael Rebollo estaba sentado a mi lado en la mesa y le pregunté: ¿qué dice el bocón ese? - 
-Rebollo me dijo que el tipo me menospreciaba. Decía que yo era un desconocido que iba allá a faltar el respeto al rey de la categoría. Yo me levanté y le dije en mi español franco “El Diamante muestra más su valor cuando se pule. Vas a saber de mí valor cuando te acabe bocón. La prensa estalló” –
Y continúa:
-Ya en la pelea el tipo intentó lucirse y hacía gracias. Se notaba que pretendía tomar el combate como un número de circo. Yo sólo le hice cacería hasta que lo alcancé con un cruzado en el tercer asalto. La pelea se acabó, se cayó dos veces y no supe más de su altanería en mi vida- retrotrae mientras sonríe satisfecho.
Desde esa pelea, y por la respuesta que dio a Tokumbo sobre la valiosa piedra, Epifanio Mendoza fue bautizado por la prensa y los especialistas norteamericanos “El Diamante”.
En lo sucesivo noqueaba a sus adversarios sin respetar charreteras. Aceptaba los retos y subía a los cuadriláteros sin medir a los rivales. En esas andaba cuando enfrentó al portorriqueño Carlos Negrón, un clasificado mundial, invicto, peso pesado de más de dos metros de estatura a quien “El Diamante” Mendoza noqueó aparatosamente en tres asaltos.
Fue el 16 de septiembre del 2011 en el coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón:
-Yo estaba alejado del boxeo oficial, pero no me había retirado. Peleaba por  llamadas. No iba al gimnasio, pero me le media a las llamadas por teléfono. Estaba en la llantería donde me tocaba trabajar cuando no salían contratos para pelear. Entró una llamada y me dicen: “mira chico aquí hay algo para ti. Te tengo a Carlos Negrón, campeón olímpico e invicto, pega como un animal”. Y dije…!yo lo noqueo! Y lo  puse de pico en tres asaltos allá mismo en Bayamón, Puerto Rico – comenta con orgullo.
Y agrega:
-Me molestó que Negrón comenzó a hablar de otra pelea por campeonato mundial sin haber ganado al “Diamante”. En el primer asalto me pegó un volado de derecha que me hizo ver estrellas, pero lo calibré y entendí que no me iba a aguantar las manos. Lo tumbé dos veces y me lo quitaron en tercer asalto. Ahora si habla con respeto de “El Diamante”, esa es mi ley -
-Igual también perdí muchas peleas porque trataba de imponer la fuerza de mis puños y me estrellé varias veces. Me ocurrió con Dominic Breazeale el 11 de diciembre de 2014 en Miami. Me noqueó en el primer asalto –  recuerda con tristeza
¿Te descuidaste? Le pregunto
-¡Nooo me descuido y me mata! Ese tipo es un rayo y pega como patada de mula - y estalla en risas.
La noche que marcó la vida de Epifanio “El Diamante “Mendoza en los cuadriláteros del mundo fue la del 12 de octubre del 2012 en el Sporthalle Wandsbek de Hamburgo, Alemania, cuando enfrentó al tenebroso noqueador ruso Rakhim Chakhkiev, en peso crucero.
“El Diamante” iba por el codiciado título báltico del Concejo Mundial de Boxeo.
Chakhkiev había ganado la medalla de oro en los pesos pesados en los juegos Olímpicos de Pekín, en el 2008 y estaba entre un público que lo apoyaba ruidosamente. Mendoza recuerda que estaba en su esquina acompañado sólo por su escudero cubano. El toro salvaje al que enfrentaba “El Diamante” necesitaba ganar a alguien peligroso. Y ese era el colombiano.
-Esa noche todo estaba en mi contra. El público era muy agresivo  me querían sacar del ring y despedazarme. Había estado en un hotel muy malo, las pulgas no me dejaron dormir. Desde el mismo primer asalto le sentí las manos a Chakhkiev y se lo dije a mi esquina. Sentía que me estaban jugando sucio porque nunca había sentido unas manos tan fuertes. Eufrasio me dijo “si quieres paro la pelea” y yo me negué, pensé que lo podía noquear-



Saborea una taza de café y continúa:
-En el segundo asalto me tumbó y sentí que me había roto el brazo después de bloquear un recto de derecha. Le dije a Eufrasio que no quería seguir porque sentía que mi brazo estaba partido, él tiró la toalla, paró la pelea. Yo tenía el brazo tan hinchado que no me podían quitar el guante derecho –



En este aparte de la entrevista “El Diamante” hace énfasis en lo siguiente:
-Me inyectaron analgésicos y veníamos en avión rumbo a Miami cuando pedimos un computador para ver noticias de boxeo y leo que yo perdí la pelea en el décimo asalto. Yo estaba convencido que la pelea se había acabado en el tercero. O sea combatí siete asaltos sin sentido –
¿Cómo fue ese golpe que te rompió el brazo?
-Esa pelea yo la demandé porque sospechamos que el alemán tenía las manos forradas en yeso. Yo estaba tocado (mareado) él tiró un recto de derecha y lo bloqueé con mi brazo y me lo partió. Me tocó viajar a Miami con una férula y una cinta colgando del cuello.  Fueron doce horas de un dolor insoportable y el brazo hinchado, en el avión me colocaron un sedante. Llegué a Miami y el dolor me hizo ir al hospital Jackson Memorial. Allá me  atendieron rápido. La placa mostró la fractura del radio de mi brazo. Antes de entrar a cirugía pregunté el costo de la operación y me dijeron 70 mil dólares. ¡Setenta mil dólares…veee y yo me gané 50 mil en la pelea…no puede ser! - relata y muestra una enorme cicatriz  a lo largo de su brazo derecho.
El atleta hace una pausa y continúa:
-Antes de entrar a cirugía pedí permiso para orinar. Me escapé del hospital por la puerta de atrás, con bata y todo. De regresó en la llantería fueron tres días de dolor intenso esperando que los costos de los pasajes a Colombia bajaran por oferta de la empresa aérea. Al cuarto día viajé a Barranquilla y llegué a la Clínica  General del Norte. Allá no me querían atender porque no sabían quién era yo. Por fortuna el periodista Hemel Albear Cueto me vio y llevó las cámaras de televisión y ahí si me operaron por 100 mil pesos. El médico me prohibió volver a  combatir, pero un año después volví a pelear en peso pesado…y he ganado y he perdido. ¡Pero ya no más…no más boxeo! - vuelve a jurar.
Y su teléfono celular suena justo en medio de la entrevista. Pide permiso,  se aleja un poco de nosotros, habla en inglés con alguien, regresa, se excusa y se aleja seguido por sus hijos.
-¿Quién llamó papi? Pregunta un ingenuo Maykol
-Un amigo de Miami. Era para saludar - dice….

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Publicidad Final

test banner