Sumario
El
mar, misterioso, impredecible, mortal. Puede sonreírte y luego mostrarte su
crueldad, si te atreves a desafiar su potestad.
Por Lucas Pérez
Torres
El mar es así.
Amo y señor de aquellos cambios
repentinos, que convierten un viaje placentero en una escena de angustia, terror y muerte. De eso saben
mucho quienes han crecido admirando sus misterios, y lidiando el jeroglífico de sus apuestas por la vida, día tras día.
Uno de ellos fue el capitán de buque mercante Rafael
Tobias Caicedo, de 56 años. Todos ellos entregados a enfrentar las olas,
a perderse en la infinita paz de las noches a
extasiarse con los espejos de fantasía de sus encantos.
Ciertamente el Capi Tobías
era un hombre amado por todos. Era un trabajador inagotable, honrado,
simpático, dueño de una personalidad a
toda prueba.
Pero el mar es así. Ahora te
sonríe y al rato te asesina.
Esa tarde, diciembre 9 del 2016 este viejo lobo de mar -
que había zarpado días antes de la ciudad de Barranquilla- se disponía a dejar su mercancía en la Isla
de Providencia, allí culminaba su itinerario. Algo de rutina. El capitán Tobías enfrentó sonriente la requisa cotidiana
de la autoridad de Colombia en el mar.
El lobo de mar, saludo –como
siempre- a Rex el perro policía del
cuerpo Antinarcóticos, un pastor Belga
que tenía renombre en el litoral por su
certero olfato para detectar contrabandos de narcóticos. “La mafia te puso
precio amigo”, le habría dicho mientras acarició el lomo del hermoso ejemplar.
En el historial de Rex, se
contaban por decenas las toneladas de coca y marihuana que había detectado en
la inmensidad del mar. Los narcotraficantes habían puesto a circular la “bola”
de que pagaría bien por quien matara al noble perro-policia.
Y el olfato del noble animal
volvió a activarse. Se activó y mostró la posición de “sentado”, el indicativo
de que había droga ilegal entre la carga del sonriente “capi” Tobías. La
camaradería entre el grupo de policías y la tripulación del buque mercante desapareció. El perro había
marcado como posible positivo para drogas un cargamento de canecas de pintura
que el buque Smart llevaba en lo profundo de una de sus bodegas.
Para Asombro del “Capi Tobias” dentro de esta carga de la motonave Smart los
uniformados hallaron 10 Kilos de cocaina ocultos. Pese a alegar que no tenia
conocimiento de la droga que transportaba el veterano navegante fue puesto en
calidad de detenido por trafico de cocaína. Entonces el mar dejó de sonreir.
Por no haber jueces en la
Isla de Providencia para el protocolo de Policía Judicial, el comandante del equipo dispuso trasladar
todo en un Helicóptero AS 555SN Fennec de matrícula ARC-204, perteneciente a la
Armada de Colombia. Con él se embarcaron 5 tripulantes, el Capitán de Corbeta
Arévalo, (piloto); el Teniente de
Fragata Cortés (copiloto); el Teniente
de Corbeta Naranjo (oficial de Guardacostas);
el Marinero Segundo Méndez Bonilla (técnico de la aeronave), y el
patrullero López, guía canino de la Policía y, desde luego,
su fiel compañero Rex. Este corto vuelo no debería demorar más 35
minutos dada la distancia de 58 Millas aproximadamente entre ambas costas
insulares. El capitán Tobías, subió a la aeronave desbastado.
El tiempo que se mostraba
hasta entonces tranquilo, como si se tratase de un apacible presagio del
tormentoso episodio que se avecinaba. Repentinamente los vientos comenzaron a
arremolinarse, aumentaron su fuerza y una nube negra los cubrió. Todo oscureció
y la tripulación del helicóptero
solicitó orientación a la torre de control. El comandante de la aeronave
–confeccionada para guerras navales- y
su joven copiloto, confiados en su habilidad, deciden enfrentar el temporal y
prosiguen camino hacía San Andrés.
Sobre las 08:10PM a tan solo
15 minutos de haber iniciado el viaje y faltando doce millas náuticas para llegar al destino, el
piloto informa a la base de control de guardacostas que ya logra divisar las
luces de la isla y que el helicóptero esta presentado una posible falla
mecánica en el rotor de cola.
Los tripulantes ordenan a
los pasajeros ajustar sus cinturones de seguridad y colocarse los chalecos
salvavidas. El rotor trasero de la nave comenzó a emitir un ruido espeluznante.
Aterrorizados piloto y copiloto miraron la cola de la aeronave y notaron que la
hélice dejó de funcionar en medio de un estertor sobrecogedor. De inmediato, el
helicóptero comenzó a girar descontroladamente sobre su propio eje. El piloto
hacía esfuerzos sobre el timón para tratar de alinear el aparato, pero el peso
hizo que comenzara a caer en picada sobre el bravío mar.
Las voces de auxilio del
piloto ya no se escuchaban entre el ruido ensordecedor del motor y los vientos
furiosos filtrados entre las hélices.
Todo ocurrió en pocos
segundos pero los tripulantes sintieron que fue una escena larga y aterradora.
En medio de la confusión y
el aturdimiento por el estruendoso golpe de la caída los tripulantes quedan
dispersos alrededor del helicóptero. Todos gritan tratando de ubicarse por sus
voces en medio del ambiente de terror. La cabina comenzó a desaparecer
lentamente, devorada por el mar impredecible.
El Capi Tobías desaparece de la vista de sus custodios entre la
penumbra, el mar se lo tragó. El patrullero López había dejado de luchar
aprisionado entre el arnés de su equipo de supervivencia. Desapareció
momentáneamente, pero uno de sus compañeros lo agarra por las correas antes que
baje a lo profundo del mar y lo saca a flote. Con una valentía conmovedora, el
marinero trata de traer a la vida al patrullero López.
Rex el valioso pastor Belga
del equipo antinarcóticos, murió ahogado aferrado con sus dientes a los
barrotes de la jaula. El clima ahora era frío y abrazador. Las olas de alta mar
los golpeaban fuertemente. Los sobrevivientes se dieron ánimos para estar pendiente
de otro acecho del mar: los tiburones.
En tierra Firme, la unidad
de guardacostas –alertados por las voces de auxilio de piloto del helicóptero -
había activado su equipo de búsqueda y rescate. La Armada nacional Colombiana,
desplegó dos buques y un comando de lanchas de guardacostas. Por aire la Fuerza
aérea envió un avión dotado con radares infrarrojos, especiales para detectar
focos de calor en la inmensidad del mar. Iniciaba la odisea de encontrarlos en
medio de ese mar inmenso y bravío. La
misión no era fácil, el clima empeoraba y el tiempo corría en contra.
Luego de aproximadamente dos
horas y media de búsqueda por mar y aire uno de los aviones de la fuerza aérea
logra detectar a cinco de los seis tripulantes. Flotaban aferrados a sus chalecos
junto al helicóptero. Eran las once de
la noche. Ya presentaban síntomas de
hipotermia. Estaban golpeados, angustiados y desmoralizados. Del Capi Tobías no
se sabía nada. Todos coincidían en que debió haberse golpeado fuertemente –con
la caída del helicóptero- y se hundió en el mar para nunca más salir.
Los sobrevivientes al
accidente fueron trasladados al Hospital Clarence lynd Newball de San Andrés
Islas, mientras las unidades marítimas y aéreas de las fuerzas armadas seguían
con la Búsqueda incesante del Capi
Tobías. En tierra Firme la noticia ya era conocida en toda la zona insular y la
confusión y el desespero por el paradero de este lobo mercante empezaba a
apoderar a su familia y conocidos. Era un hombre amado y respetado en toda la
isla.
Al día siguiente se
desplegaron buzos especializados que llegaron de otras partes de Colombia a
apoyar la búsqueda, la cual siguió durante semanas sin poder hallar rastro de
él.
Recientemente en diciembre
del 2019 tres años después el Tribunal Contencioso Administrativo de San Andrés
Isla encontró responsable de la desaparición del capitán Rafael Tobías Caicedo
Padilla a la Nación, Ministerio de Defensa, Armada Nacional y Policía Nacional
obligándolos a pagar los daños y perjuicios causados a la familia del malogrado
marino de la embarcación Smart.
El Capi Tobías Natural de
Valledupar pero con amplio arraigo a la isla llevaba más de 30 años dedicados a
recorrer los mares. Ese corazón marino llevó a muchos a presagiar que moriría
en mar, pero enfrentando los misterios de la inmensidad, navegando, en medio de
un naufragio, pero nunca dentro de la cabina de un helicóptero y enfrentando la
culpa de un delito que no cometió.
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