La noche en que el mar se tragó al “Capi” Tobías - Notas & Historias del Caribe

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martes, 11 de febrero de 2020

La noche en que el mar se tragó al “Capi” Tobías


Sumario

El mar, misterioso, impredecible, mortal. Puede sonreírte y luego mostrarte su crueldad, si te atreves a desafiar su potestad.

Por Lucas Pérez Torres

El mar es así.

Amo y señor de aquellos cambios repentinos, que convierten un viaje placentero en una escena  de angustia, terror y muerte. De eso saben mucho quienes han crecido admirando sus misterios, y lidiando el jeroglífico  de sus apuestas por la vida, día tras día. Uno de ellos fue el capitán de buque mercante Rafael Tobias Caicedo, de 56 años. Todos ellos entregados a enfrentar las olas, a perderse en la infinita paz de las noches a  extasiarse con los espejos de fantasía de sus encantos.
Ciertamente el Capi Tobías era un hombre amado por todos. Era un trabajador inagotable, honrado, simpático, dueño de una personalidad a  toda prueba. 

Pero el mar es así. Ahora te sonríe y al rato te asesina.

Esa tarde,  diciembre 9 del 2016 este viejo lobo de mar - que había zarpado días antes de la ciudad de Barranquilla-  se disponía a dejar su mercancía en la Isla de Providencia, allí culminaba su itinerario. Algo de rutina. El  capitán Tobías enfrentó sonriente la requisa cotidiana de la autoridad de Colombia en el mar.

El lobo de mar, saludo –como siempre-  a Rex el perro policía del cuerpo  Antinarcóticos, un pastor Belga que tenía renombre en el litoral por  su certero olfato para detectar contrabandos de narcóticos. “La mafia te puso precio amigo”, le habría dicho mientras acarició el lomo del hermoso ejemplar.

En el historial de Rex, se contaban por decenas las toneladas de coca y marihuana que había detectado en la inmensidad del mar. Los narcotraficantes habían puesto a circular la “bola” de que pagaría bien por quien matara al noble perro-policia.

Y el olfato del noble animal volvió a activarse. Se activó y mostró la posición de “sentado”, el indicativo de que había droga ilegal entre la carga del sonriente “capi” Tobías. La camaradería entre el grupo de policías y la tripulación del  buque mercante desapareció. El perro había marcado como posible positivo para drogas un cargamento de canecas de pintura que el buque Smart llevaba en lo profundo de una de sus bodegas. 

Para Asombro del “Capi Tobias” dentro de esta carga de la motonave Smart los uniformados hallaron 10 Kilos de cocaina ocultos. Pese a alegar que no tenia conocimiento de la droga que transportaba el veterano navegante fue puesto en calidad de detenido por trafico de cocaína. Entonces el mar dejó de sonreir.

Por no haber jueces en la Isla de Providencia para el protocolo de Policía Judicial,  el comandante del equipo dispuso trasladar todo en un Helicóptero AS 555SN Fennec de matrícula ARC-204, perteneciente a la Armada de Colombia. Con él se embarcaron 5 tripulantes, el Capitán de Corbeta Arévalo, (piloto); el  Teniente de Fragata Cortés (copiloto);  el Teniente de Corbeta Naranjo (oficial de Guardacostas);  el Marinero Segundo Méndez Bonilla (técnico de la aeronave), y el patrullero López, guía canino de la Policía y, desde  luego,  su fiel compañero Rex. Este corto vuelo no debería demorar más 35 minutos dada la distancia de 58 Millas aproximadamente entre ambas costas insulares. El capitán Tobías, subió a la aeronave desbastado.

El tiempo que se mostraba hasta entonces tranquilo, como si se tratase de un apacible presagio del tormentoso episodio que se avecinaba. Repentinamente los vientos comenzaron a arremolinarse, aumentaron su fuerza y una nube negra los cubrió. Todo oscureció y la tripulación del helicóptero  solicitó orientación a la torre de control. El comandante de la aeronave –confeccionada para guerras navales-  y su joven copiloto, confiados en su habilidad, deciden enfrentar el temporal y prosiguen camino hacía San Andrés.  

Sobre las 08:10PM a tan solo 15 minutos de haber iniciado el viaje y faltando doce  millas náuticas para llegar al destino, el piloto informa a la base de control de guardacostas que ya logra divisar las luces de la isla y que el helicóptero esta presentado una posible falla mecánica en el rotor de cola.

Los tripulantes ordenan a los pasajeros ajustar sus cinturones de seguridad y colocarse los chalecos salvavidas. El rotor trasero de la nave comenzó a emitir un ruido espeluznante. Aterrorizados piloto y copiloto miraron la cola de la aeronave y notaron que la hélice dejó de funcionar en medio de un estertor sobrecogedor. De inmediato, el helicóptero comenzó a girar descontroladamente sobre su propio eje. El piloto hacía esfuerzos sobre el timón para tratar de alinear el aparato, pero el peso hizo que comenzara a caer en picada sobre el bravío mar.



Las voces de auxilio del piloto ya no se escuchaban entre el ruido ensordecedor del motor y los vientos furiosos filtrados entre las hélices.  

Todo ocurrió en pocos segundos pero los tripulantes sintieron que fue una  escena larga y aterradora.

En medio de la confusión y el aturdimiento por el estruendoso golpe de la caída los tripulantes quedan dispersos alrededor del helicóptero. Todos gritan tratando de ubicarse por sus voces en medio del ambiente de terror. La cabina comenzó a desaparecer lentamente, devorada por el mar impredecible.  El Capi Tobías desaparece de la vista de sus custodios entre la penumbra, el mar se lo tragó. El patrullero López había dejado de luchar aprisionado entre el arnés de su equipo de supervivencia. Desapareció momentáneamente, pero uno de sus compañeros lo agarra por las correas antes que baje a lo profundo del mar y lo saca a flote. Con una valentía conmovedora, el marinero trata de traer a la vida al patrullero López.

Rex el valioso pastor Belga del equipo antinarcóticos, murió ahogado aferrado con sus dientes a los barrotes de la jaula. El clima ahora era frío y abrazador. Las olas de alta mar los golpeaban fuertemente. Los sobrevivientes se dieron ánimos para estar pendiente de otro acecho del mar: los tiburones.  

En tierra Firme, la unidad de guardacostas –alertados por las voces de auxilio de piloto del helicóptero - había activado su equipo de búsqueda y rescate. La Armada nacional Colombiana, desplegó dos buques y un comando de lanchas de guardacostas. Por aire la Fuerza aérea envió un avión dotado con radares infrarrojos, especiales para detectar focos de calor en la inmensidad del mar. Iniciaba la odisea de encontrarlos en medio de ese mar inmenso y bravío. La  misión no era fácil, el clima empeoraba y el tiempo corría en contra.

Luego de aproximadamente dos horas y media de búsqueda por mar y aire uno de los aviones de la fuerza aérea logra detectar a cinco de los seis tripulantes. Flotaban aferrados a sus chalecos junto al helicóptero. Eran las  once de la noche.  Ya presentaban síntomas de hipotermia. Estaban golpeados, angustiados y desmoralizados. Del Capi Tobías no se sabía nada. Todos coincidían en que debió haberse golpeado fuertemente –con la caída del helicóptero- y se hundió en el mar para  nunca más salir.

Los sobrevivientes al accidente fueron trasladados al Hospital Clarence lynd Newball de San Andrés Islas, mientras las unidades marítimas y aéreas de las fuerzas armadas seguían con la Búsqueda  incesante del Capi Tobías. En tierra Firme la noticia ya era conocida en toda la zona insular y la confusión y el desespero por el paradero de este lobo mercante empezaba a apoderar a su familia y conocidos. Era un hombre amado y respetado en toda la isla.

Al día siguiente se desplegaron buzos especializados que llegaron de otras partes de Colombia a apoyar la búsqueda, la cual siguió durante semanas sin poder hallar rastro de él.

Recientemente en diciembre del 2019 tres años después el Tribunal Contencioso Administrativo de San Andrés Isla encontró responsable de la desaparición del capitán Rafael Tobías Caicedo Padilla a la Nación, Ministerio de Defensa, Armada Nacional y Policía Nacional obligándolos a pagar los daños y perjuicios causados a la familia del malogrado marino de la embarcación Smart.

El Capi Tobías Natural de Valledupar pero con amplio arraigo a la isla llevaba más de 30 años dedicados a recorrer los mares. Ese corazón marino llevó a muchos a presagiar que moriría en mar, pero enfrentando los misterios de la inmensidad, navegando, en medio de un naufragio, pero nunca dentro de la cabina de un helicóptero y enfrentando la culpa de un delito que no cometió.

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